Lo recuerdo como un sueño. Ha pasado una semana y sí, creo que lo soñé y ahora vuelvo a la realidad.
Lo recuerdo como una música. Ecúchala...
Os voy a contar, porque sucedió todo como un cuento.
Me sujetaba con todas mis fuerzas al tronco del diente de león pues al entrar en la atmósfera del planeta, los vientos de las capas más altas soplaban con virulencia. Pero pronto pasó, fue como caer por un agujero del techo a una planta inferior solitaria y tranquila.
Poco a poco caía mecido por la suave y fresca brisa que descendía con timidez de la alta serranía nevada. El sol, como una bola de plomo derretido, se desparramaba por toda lontananza iluminando de una amarillo pirita las altas bóvedas palaciegas. Era como entrar en la idílica ilustración de un libro de cuentos. Las mil y una noche
Salté del diente de león como cuando se desciende de un barco de recreo, al tocar el suelo, esté salió volando ascendiendo a toda prisa liberado por fin de su carga ahora buscaría un lugar donde caer y germinar.
Estaba en medio de una plaza bien transitada, carros, carretas, caballos y muchos seres extraños que no conocía, tal vez animales autóctonos de ese planeta.
- ¿Te veo extraviado?- Dijo una voz a mi espalda.
Era una bella joven, bellísima joven que me tendía la mano para enseñarme la ciudad, el reino Nazarí.
Paseamos por sus sinuosas calles por sus plazas y fuentes Dos días de ensoñación.
La última jornada, a la ultima hora en la plaza de los tristes, bajo el peinador de la reina
toda la belleza que había observado a lo largo de todo ese tiempo comenzó ha hacer su efecto como la destilación de un licor
Me sentía mareado, extasiado.
Bajo el peinador de la reina el sol nos bañaba con sus calidos rayos. Yo imaginaba que podría ser ella la misma reina, y yo sin saberlo, ella allí en lo alto de la torre asomándose por una de las ventanas peinando su ondulado pelo mientras se dejaba llevar por el sonido del cercano riachuelo. Como me dejaba llevar yo por la música de una guitarra que hacía de catalizador del momento aleando paisaje, fragancia, luz y compañía en un elixir imposible de rechazar.
Me dejé llevar por la situación poética y liberé mis sentimientos como el duende de una lámpara mágica.
Y nació el beso como el despertar de la primavera que despereza las flores e ilumina las mañanas.
fin de la transmisión diaria.
Wow!
Special well come.
Madre mía de donde nos visitan:
22 marzo 20:28 Miami University, Oxford, Estados Unidos
... fin de la transmisión diaria.
Ups caminaba con verdadera maestría sobre la fina vértebra luminiscente. Era tersa como la cuerda de una guitarra o un violín. Cada vez que ponía o quitaba una pata sobre esta, sonaba una nota musical. Siempre era distinta, parecía que no existía pentagrama, había infinitas notas para tocar y todas diferentes, todas hermosas.
Rásselas seguía acostado sobre la caracola de su amigo el cangrejo, disfrutando de esa mágica sinfonía de cuerda. A veces, el hilo se inclinaba hacia abajo y Ups se dejaba deslizar por él llenando el espacio de toda una orquesta sensacional que alegra los corazones.
Poco a poco se acercaban a un sistema solar de cinco soles, cada uno de un tamaño y un color. Y en uno de ellos, uno pequeño pero calido, en él giraba un pequeño planeta verde donde se encontraba un reino nazarí.
Pero ese sistema estaba envuelto por una nube de planetoides. Rocas puntiagudas y afiladas. Los dos amigos sintieron miedo porque una de esas rocas como el sílex podría cortar la hebra mágica. Cuando se internaron en el campo de asteroides, estas rocas comenzaron a gritar y a insultar cosas horribles.
El cangrejo parecía no entender nada o no escuchar, pero nuestro amigo se sentía aturdido y desquiciado. Entrado en un campo con una fuerte radiación electromagnética, una cobertura infecta que hacía perder los nervios al soñador errante.
No podía más, estaba a punto de gritar. Sin darse cuenta tropezó y cayó de la concha de Ups. Su amigo no se dio cuenta y continuó su viaje hacia el planeta dejándolo muy atrás.
Rásselas movía los brazos, gritaba, chillaba como un loco... pero no hubo manera. Allí se quedó como un punto de luz en la nada. Dudaba de sus fuerzas, de su capacidad, todo estaba lejos...
Pero pronto vio algo extraordinario... una nube blanca se le acercó... eran miles de dientes de león del tamaño de un árbol. Nuestro amigo se agarró al rabo de uno de ellos y retomó su camino hacia el reino Nazarie.
Iría al paraíso en un diente de león.
...fin de la transmisión diaria.
Las medusas sin duda habían arrebatado a Rásselas algo, ¿sería las dudas?¿el miedo
? ¿quién sabe qué?
El caso es que ups se paró un momento, movía sus ojitos pequeños y negros, parecían dos cuencas de oxidiana. Se fijaron en Rásselas como si quisiera decirle algo. Y con las mismas, pudieron observar una nueva hebra mágica que se cruzaba en su camino.
-Ubs, si se ha cruzado en nuestro camino, que mejor forma de ir a explorar. ¡Quién sabe las maravillas que nos podemos encontrar!- Dijo Rásselas con entusiasmo.
Sin duda, pues se dirigían a un planeta de un reino nazarí.
fin de la transmisión diaria.
PD: ¿Te he dicho que me encanta este dibu? Muchas gracias.
Muchos días viajó Rásselas sobre la caracola de Ups. Su amigo el cangrejo mostraba gran habilidad para caminar por la fina hebra que une a todas las estrellas. Parecía un equilibrista espacial perfectamente adaptado para transitar por ese camino prodigioso.
Rásselas sentía que su viaje había tomado un nuevo giro el ya no guiaba el timón de la Nave de los Sueños, ahora se dejaba llevar por Ups y debían seguir ese trazo finamente pintado en el universo. Eran sus baldosas amarillas hasta el país de Oz.
Pasaron semanas y llegaron a las lindes de un sistema solar, una enorme estrella naranja irradiaba luz y calor a su viaje.
La estrella estaba aun distante, pero ya no era un puntito perdido en el espacio, ahora parecía un granito de arroz luminiscente.
Nuestro amigo, subido en lo más alto de la caracola de Ups se sorprendió al ver algo en el espacio.
-¿Qué es eso Ups?- Se puso de pie y señaló a unos puntitos brillantes y rosas que se acercaban.- Parecen un banco... ¡Sí, sí! es un banco de medusas.
Efectivamente, era un banco de medusas, de millones de ellas. Su cabeza en forma de champiñón la remataba unas prolongaciones en forma de graciosa faldilla; de ella, asomaban las patas largas de barios metros de longitud. En sus puntas brillan unos mágicos destellos.
Esas medusas se dirigían a la estrella, se alimentaban de sus manchas solares. Hasta los mismos soles tienen pecas, puntos de oscuridad que quieren eliminar: recuerdos, acciones, palabras, o miedos.
Los dos amigos se internaron en el interior del banco quedando maravillados por un cielo rosa y la tranquilidad que desprendían en sus sencillos movimientos. Casi era hipnótico.
Un de estos seres se aproximó a Rásselas y lo acarició con sus livianas patitas, algo agarró una de ellas. Un temor, un mal sueño, una duda... Quién sabe.
Las medusas continuaron su largo trasiego hacia el sol naranja mientras Rásselas se quedó observando recostado en la caracola como estas se alejaban. Al igual que lo hacía su pensamiento alejándose a su interior buscando qué se han llevado. Si estos seres limpian a las estrellas, ¿qué podrán hacer con los humanos?
Sin duda la nostalgia seguía aun con él como un soñador errante.
Dime Si Estas Ahi
Peter Pan El Musical
Ahora que ya se durmió la ciudad,
nace un resplandor en mi corazón,
Ahora que estoy a oscuras sin luz,
te acercas y te vas,
y sé que eres tu.
Romper silencios al oír tu voz,
seguir tus pasos sin llegar a ti.
Dime si estás,
si estás ahí,
dime si puedo creer en ti.
Dime si eres una ilusión,
o el deseo que acabo en realidad.
Dime si vas a venir esta vez, por mi...
Serás de verdad más que una fantasía,
que el viento traerá para llenar mi vida.
Rozando la inmensidad,
cerca de las estrellas,
enséñame un lugar donde soñar despierta.
No habrá más sombras al anochecer,
todo será tan fácil como imaginar.
Dime si estás,
si estás ahí,
dime si puedo creer en ti.
Dime si eres una ilusión,
o el deseo que acabo en realidad.
Dime si vas a venir esta vez, por mi...
Y yo siento que me voy, que me alejo, me alejo de un abrazo en el tiempo y en la distancia.
Hace tanto tiempo que ya ni recuerdo la emoción que se siente.
...fin de la transmisión diaria.
Rásselas subido sobre el caparazón de Ups andaban como equilibristas sobre el fino y brillante cordón que une a las estrellas.
AQUELLA ESTRELLA DE ALLA
(Gisela)
Aquella estrella de alla
hoy brillará por ti,
tus sueños se realizaran.
Siempre ocurre así.
Aquella estrella de allá
tiene una extraña luz.
Quizás nunca jamás se irá
si es que la sigues tu.
Brilla estrella, brilla más
y sabré dónde estás,
hasta un mágico país
tú me guias por el cielo.
Y cuando vas a dormir,
y el día ya se va,
la estrella te iluminará
y siempre brillará.
Buenas noches.
...fin de la transmisión diaria.
Ahora entendía, Ups era un cangrejo ermitaño, pero de una especie muy singular. Era un tejedor de estrellas. Podía medir centenares de metros, incluso kilómetros. En algún lugar de tantos como había visitado había oído decir que existen cangrejos tejedores de estrellas del tamaño de planetas. Son los verdaderos titanes de universo.
Crecen a una velocidad sorprendente y viajan de mundo en mundo agarrando sus patas a los hilos y costuras que enraman todo el entramado del universo, el telar de Dios.
Puede parecer fantasioso, pero cada planeta, cada estrella o cometa todo, esta unido por unos finos hilos, todos los objetos celestes están suspendidos de unos lazos luminiscentes y preciosos solo visibles con la imaginación. El cosmos es una gran lámpara de pedrería.
Este tipo de cangrejos, son capaces de viajar andando por esas finas hebras buscando un hueco. Cuando tienen el tamaño suficiente y encuentran el suyo, comienzan a tejer sobre si mismo trenzando sobre si mismo un precioso capullo luminiscente. Nunca dejarán de coser jamás y lo que era una bolita de luz, se convertirá en una estrella más.
Tuve un golpe de suerte, la balsa con el ordenador portátil, la antena y la baliza estaban a salvo. Pero no me quedaban ganas de transmitir, después de tantos años de singladura, estaba extenuado.
La desidia se apoderaba de mi como un virus infeccioso. Y cada vez cobra más y más fuerza mis ganas postear.
No es algo nuevo, hace unos años así me sentía, es por esos momentos por los que adquirí mi seudónimo: Rásselas.
Os lo volveré a contar, porque expresa con espeluznante precisión como me siento.
Todo empezó en el curso de 1º de FP 1993/1994 en la clase de ética. Allí un profesor muy particular nos obligó a leernos un libro La historia de Rasselas príncipe de Abisinia En ese momento el libro no me dijo nada, de echo no me gustó en absoluto.
Años más tarde, en el 2002, retomé esa novela de mi estantería y volvía a leerla.
¡Fue todo un descubrimiento! No solo la historia me encantó sino que me sentí profundamente identificado con el protagonista. Después de esto tomé una decisión que talvez afecte a toda mi vida.
Os voy a mostrar un pequeño párrafo para ilustrarme:
(Rasselas es un príncipe que se encuentra recluido en un palacio de por vida con todo los lujos que se puedan soñar)
Tal extraña disposición en su estado de ánimo hízole objeto de atenta observación. Uno de los sabios, de cuyo trato había disfrutado en el pasado, lo siguió en secreto con la esperanza de descubrir la causa de su inquietud. Ignorando que hubiera alguien cerca de él, Rasselas, que llevaba un rato con los ojos clavados en unas cabras pacían entre las peñas, comenzó a comparar su condición con ellas.
¿Cuál es-decía- la diferencia entre hombre y animal? Cada uno de los animales que vagabundean por aquí tienen las mismas necesidades físicas que yo; tienen hambre y pacen, tienen sed y beben del arroyo, calmadas la sed y el hambre, se sienten satisfechos y duermen; se levantan otra vez y tienen hambre, pastan de nuevo y se encuentran a gusto.
Como ellos, siento yo hambre y sed, paro después de calmar la sed y el hambre no estoy a gusto; como a ellos la necesidad me aflige, pero no quedo satisfecho, como quedan ellos, cuando me lleno. Las horas interdías son aburridas y tristes; quiero tener hambre otra vez para poder avivar la atención otra vez.
Las aves picotean las bayas o granos y marchan volando a los bosquecillos donde, aparentemente felices, se posan en las ramas y pasan la vida modulando una serie de sonidos. Igualmente puedo yo llamar al tañedor y el cantante, pero los sonidos que me pluguieron ayer, hoy me aburren, y serán más aburridos aun mañana. No hallo en mí ninguna capacidad de percepción que no se sacie del placer correspondiente, y sin embargo no me siento satisfecho. Sin duda el hombre tiene algún oculto sentido al que este lugar no se puede satisfacer, o tiene algunos deseos ajenos al sentido que tienen que satisfacerse para que pueda ser feliz.
[
]-Huyo del placer -dijo el príncipe- porque el placer ha dejado de ser placentero; ando sólo porque me siento desgraciado y no estoy dispuesto a aguar con mi presencia la felicidad de otros.
-Señor dijo el sabio-, eres el primero que se queja de ser desgraciado en el Valle Feliz. Espero poder convencerte de que tus quejas carecen de verdaderos motivos. Aquí te encuentras en verdadera posesión de todo lo que el emperador de Abisinia puede ofrecer; no hay aquí ni trabajo que soportar ni peligro que temer, aunque hay todo lo que el trabajo o el peligro pueden procurar o adquirir. Mira a tu alrededor y dime cual de tus necesidades no puede ser satisfecha; si no necesitas nada, ¿Cómo puedes ser tan desgraciado?
-El no necesitar nada -dijo el príncipe- o no saber que es lo que necesito, es la causa de mis quejas; si tuviera alguna necesidad conocida, tendría algún deseo; me movería a la acción, y entonces no me quejaría de ver al sol moviéndose tan lentamente hacia la montaña de poniente, ni me lamentaría cuando rompe el día y el sueño no me puede esconderme de mi mismo. Cuando veo a los cabritos y corderos persiguiéndose unos a otros, imagino que sería feliz si tuviera algo que perseguir Mas, pues que poseo todo lo que puedo necesitar, encuentro que las horas y los días son todos exactamente iguales, salvo que el último es aún más aburrido que el anterior. Que tu experiencia me enseñe como podrá el día parecerme ahora tan breve como cuando era niño, cuando la naturaleza era tierna todavía y cada momento me mostraba lo que nunca antes había visto.
Ya he disfrutado demasiado; dame algo que desear.
Quedó sorprendido el viejo de esta nueva especie de aflicción y no supo que contestar, aunque no quería permanecer callado.
-Señor dijo-, si hubieras visto las desgracias que hay en el mundo, sabrás cómo valorar tu actual condición.
-Ahora mes has dado dijo el príncipe- algo que desear; anhelaré ver las desgracias del mundo, ya que es necesario verlas para ser feliz.
Bien, este párrafo describe con absoluta y escalofriante precisión mi sentir en Valencia una vez acabada la carrera.
Como Rasselas, tenia mis necesidades atendidas. Disfrutaba de un buen puesto de trabajo y un futuro. Pero no era feliz. Me sentía encapsulado en una forma de vida que era ajena a la mía. Mi lugar era otro, mi lugar era donde estaban los míos: mi familia, mis amigos, mi paisaje
Así, que como Rasselas, lo dejé todo en busca de la felicidad
y sabía dónde encontrarla.
La noche estaba muy avanzada y el cielo raso nos regalaba un mosaico de estrellas.
Ubs comenzó a moverse y a cantar una canción preciosa. Tal vez intentase animar a Rásselas. Movía las patas delanteras y de ella, de sus puntas surgió una luz tenue. Al principio era como un fuego fatuo que flotaba en el mar, después se intensificó.
Fue cuando nuestro amigo pudo contemplar por primera vez el cordón umbilical que une a todo el universo. ¡Incluso el mismo tenía uno que se salía del ombligo!
Por un fugaz momento se preguntó donde se encontraría el otro extremo.
Sin duda muy lejos de alli.
Ups se levantó del mar agarrado a la fina cuerda de plata brillante. Subió pesadamente unos metros y una vez en vertical. Anduvo por ella como lo podría haber hecho una araña en su liviana tela.
Ascendieron por el cielo dejando atrás el mar de las incertidumbres y las nostalgias. Dejando detrás el planeta del Pozo de Arán. Sin duda, Rásselas había cambiado, algo había ocurrido. Ya no era el eterno viajero de sueños e ilusiones. A partir de ahora sería el soñador errante. Un nómada de emociones, un vagabundo de sensaciones.
Comenzó su nuevo peregrinar abrazado a la tristeza.
...fin de la transmisión diaria.
Exhausto pasó toda la noche agarrado a esa enorme roca. El viento desapareció súbitamente con los primeros rayos de sol dejando una mar tranquila y brillante como un puzzle de estrellas.
Rásselas se quedó dormido hasta que fue despertado por los graznidos de una gaviota.
¿Qué pasó? ¿Dónde estaba? No tardó en recordad todo lo acontecido con el titán, el hundimiento de la Nave de los Sueños y la aparición del Hada del almendro. Sentado en la gran roca contemplaba el horizonte. No sabía como continuar su periplo, lo había perdido todo.
Pero sorprendentemente, no le había abandonado la ilusión, quería continuar fuera como fuese, tenía que hacer algo.
El cántico, muy parecido al de las ballenas, se acompañaba aun, así fue durante toda la tormenta. Ahora lo escuchaba más cercano que nunca, y ya no procedía del fondo del mar, sino de allí mismo, de la superficie. Subió a lo alto de la roca que tenía forma de cono achatado de unos veinticinco metros de diámetro y oteó el horizonte.
No veía nada. Y de pronto la sorpresa. Cerca de uno de los bordes de la roca salieron unas perlitas de color negro y unas antenas rojas. Toda la impensa roca se estremeció elevándose sobre la superficie marina dejando ver de qué se trataba.
Estaba sobre la caracola de un gigantesco cangrejo ermitaño que cantaba para él.
Rásselas abrió los ojos dando un salto.
-¡Ups has crecido y me has rescatado!
Pese a todo el dolor provocado por le titán envidado por Poseidón, este feliz encuentro llenó de alegría a nuestro amigo.
...fin de la transmisión diaria.
Pasaban los días con tedio y desdén, no le importaba anda. Pensaba en el acontecimiento pasado con el hada y sintió que tal vez tuvo razón en espíritu del Pozo de Arán cuando le dijo que tenia que deshacerse de los botones. Él en su momento no lo hizo y ahora le costaba aun más desprenderse de ellos. Era fácil, solo tenía que tirar del cordel y lanzarlos al mar. Pero ese simple gesto le parecía un imposible.
Los botones le proporcionaban una seguridad ardua de rechazar.
El tiempo estaba detenido transformando al aire en una densidad superior a la de la gelatina. Hacía mucha más calor de lo normal por esas fechas y latitudes trasformando su balsa salvavidas en una sartén al fuego. Su accidentado viaje era aun más penoso.
Menos mal que le relajaba ese canto que provenía del fondo del mar. Se había acostumbrado a él y le tranquilizaba, casi era hipnótico.
Una tarde, el cielo se oscureció antes de tiempo. La brisa a pareció de repente trayendo tras de si un soplo furioso que embravecía al mar. Las olas eran montañas, columnas que se partían y descargaban todo su peso sobre la pequeña embarcación.
Rásselas se asía con fuerza a dos cabos e intentó atarse el pecho para asegurarse no caer al mar y ahogarse. Era terrible el sonido de los rayos al descender del cielo cortando el aire y destruyendo el agua a centenares de metros bajo la superficie al impactar como clavos ardiendo sobre esta.
El cielo atronador se partía en millares de fragmentos y las olas de los destinos zarandeaban a nuestro amigo de un lado a otro. Él no tenía posesión ni dominio de a donde ir.
Una ola, gigante como pocas impactó en la balsa haciéndola saltar por los aires. Las cuerdas se partieron y Rásselas cayó al mar.
Nadó todo lo que pudo, nado con todas sus fuerzas, pero las olas de los destinos eran muchas y seguidas. El no tenía tantas fuerzas.
Recordó entonces que un día quiso tener un faro que le guiase y un puerto que le protegiese. Y pensando en esto una de esas olas trazó un pequeño destino para él. Lo elevó y deslizó como en una rampa hasta una enorme roca.
Allí agarrado a ella, esperó a que pasase la marea escuchando el cántico más cerca que nunca.
fin de la transmisión diaria.
Nadó hasta perdió el aliento, se asfixiaba y no podía más. Activó una baliza de socorro surgiendo al instante, del interior de una cápsula, una balsa salvavidas.
Era de color naranja y apenas cuatro metros cuadrados.
Esbozó una sonrisa con los labios, había logrado huir del monstruo enviado por Poseidón, pero se había separado de La Nave de los Sueños y eso se reflejaba en sus ojos perdidos oteando el horizonte donde estaría hundida.
Ahora era un náufrago de sueños.
Los días pasaban y las pocas provisiones se agotaban sustituyéndolas por pescado y algas. No tenía nada que hacer, los días pasaban y allí estaba. De vez en cuando surgía del fondo del mar una cantinela profunda. Era la misma que escuchaba cuando el Galeón flotaba. Rásselas se preocupó pensando que podía tratarse otra vez de ese maligno titán. Pero ese ser nunca salió a flote, solo le seguía.
Una noche, el mar estaba en calma, el viento solo era un suspiro y el cielo era una bóveda perfectamente pulimentada, sin estrellas. Él dormitaba mirando al cielo cuando algo le llamó la atención.
Era una estrella, un puntito luminoso que caía como un copo de nieve. Se acercó a la balsa y se depositó en la mano de nuestro amigo. Era una flor de almendro. ¡Una flor de almendro! ¡Allí en la inmensidad del mar!
Rásselas se incorporó extasiado, se la aproximó a la cara, esta se le iluminaba sutilmente, y se la comió.
Pronto notó los efectos, parecía que el tiempo se había acelerado. Las olas iban y venía a gran velocidad, el sol subía y baja pasando los días tan rápido que el cielo no se podía azul. Era negro, sin estrellas. Pero él se desenvolvía normalmente. Tal vez era él quien se movía muy lento. De los pistilos que quedaron de la flor nació una fuerte luz blanca. Era una estrella diminuta que volaba al rededor de él. Un hada con falda de pétalos y una mirada sobrecogedoramente hermosa.
En esa oscuridad nocturna, marina, surgió un hada un lucero.
Lucerita volaba de un lado para otro con graciosos gestos, le contaba historias fantásticas y aventuras sensacionales. Rásselas se sorprendía la buena conexión existente entre los dos.
Pero el peso de los dos botones que le colgaban del cuello se hizo insoportable. Ese que le cerraba el pecho para que no entrase el frío. El que no se deshizo de él en el Pozo de Arán...
Con el tiempo, Lucerita se marchó.
Y Rásselas se quedó en la balsa de salvamento maldiciendo las geografías y el sistema métrico. Intentando asumir, resignarse al peso de esos botones.
Al poco, estando sentado con las rodillas doblabas y la cabeza entre ellas, abrió los ojos. Lucerita, sin duda había iluminado algo en su vida. Cogió el portátil y comenzó a escribir.
Le había iluminado dando inspiración.
...fin de la transmisión diaria.