1 de Marzo 2007

Flor de almendro.

Nadó hasta perdió el aliento, se asfixiaba y no podía más. Activó una baliza de socorro surgiendo al instante, del interior de una cápsula, una balsa salvavidas.
Era de color naranja y apenas cuatro metros cuadrados.

Esbozó una sonrisa con los labios, había logrado huir del monstruo enviado por Poseidón, pero se había separado de La Nave de los Sueños y eso se reflejaba en sus ojos perdidos oteando el horizonte donde estaría hundida.

Ahora era un náufrago de sueños.

Los días pasaban y las pocas provisiones se agotaban sustituyéndolas por pescado y algas. No tenía nada que hacer, los días pasaban y allí estaba. De vez en cuando surgía del fondo del mar una cantinela profunda. Era la misma que escuchaba cuando el Galeón flotaba. Rásselas se preocupó pensando que podía tratarse otra vez de ese maligno titán. Pero ese ser nunca salió a flote, solo le seguía.

Una noche, el mar estaba en calma, el viento solo era un suspiro y el cielo era una bóveda perfectamente pulimentada, sin estrellas. Él dormitaba mirando al cielo cuando algo le llamó la atención.

Era una estrella, un puntito luminoso que caía como un copo de nieve. Se acercó a la balsa y se depositó en la mano de nuestro amigo. Era una flor de almendro. ¡Una flor de almendro! ¡Allí en la inmensidad del mar!
Rásselas se incorporó extasiado, se la aproximó a la cara, esta se le iluminaba sutilmente, y se la comió.
rasselas flor de almendro.JPG
Pronto notó los efectos, parecía que el tiempo se había acelerado. Las olas iban y venía a gran velocidad, el sol subía y baja pasando los días tan rápido que el cielo no se podía azul. Era negro, sin estrellas. Pero él se desenvolvía normalmente. Tal vez era él quien se movía muy lento. De los pistilos que quedaron de la flor nació una fuerte luz blanca. Era una estrella diminuta que volaba al rededor de él. Un hada con falda de pétalos y una mirada sobrecogedoramente hermosa.
En esa oscuridad nocturna, marina, surgió un hada un lucero.

Lucerita volaba de un lado para otro con graciosos gestos, le contaba historias fantásticas y aventuras sensacionales. Rásselas se sorprendía la buena conexión existente entre los dos.

Pero el peso de los dos botones que le colgaban del cuello se hizo insoportable. Ese que le cerraba el pecho para que no entrase el frío. El que no se deshizo de él en el Pozo de Arán...

Con el tiempo, Lucerita se marchó.

Y Rásselas se quedó en la balsa de salvamento maldiciendo las geografías y el sistema métrico. Intentando asumir, resignarse al peso de esos botones.

Al poco, estando sentado con las rodillas doblabas y la cabeza entre ellas, abrió los ojos. Lucerita, sin duda había iluminado algo en su vida. Cogió el portátil y comenzó a escribir.

Le había iluminado dando inspiración.

...fin de la transmisión diaria.

Posted by eolovano at 1 de Marzo 2007 a las 12:03 AM
Comments


¿Y yo que digo ahora?
Eres increíble.
Un beso.

Posted by: Malak on 1 de Marzo 2007 a las 04:10 PM
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