Esa mal bestia agarraba la Nave de los Sueños apretando el casco entre las ventosas haciendo crujir todas sus cuadernas.
El trackor era una manta de unos cien metros de diámetro, con forma de estrella de mar. Parecía una isla de chapapote en el mar. No tenía boca, millones de finos labios se colgaban en su reverso. En el centro había una válvula que se abría cada cierto tiempo para respirar. Soltaba un chorro de agua como lo hacen las ballenas en la tierra. En interior de ese oscuro tubo estaba cubierto de miles de ojos de todos los tamaños. Era una visión de pesadilla.
Rásselas espantado no sabía que hacer. El monstruo expulsaba agua como un geiser, mientras la válvula se habría y cerraba con la velocidad de un parpadeo vomitaba palabras mal sonantes. Insultaba a nuestro amigo, lo humillaba, se reía de él. La autoestima de nuestro capitán de los sueños iba decayendo, como sus fuerzas.
¿Qué hacer? ¿Cómo actuar si estaba aterrorizado? Los mapas de la Gran Computadora de Abordo se estaban borrando, los códigos, sus memorias, las libretas... el se disolvía, desaparecía.
Sin duda, necesitaba un cambio, una decisión. Y una acción.
Recordó que este mastodonte de los mares flota, no puede bucear. Proteger a la Nave de los Sueños era una prioridad. Tenía que llevarla a un lugar seguro. Y este no se encontraba en la superficie.
El trackor, que atraía el miedo como el metal a los rayos, era un ser poderoso. Pero el miedo se vence en el momento en el que se le hace frente. Nuestro amigo dejó la borda y corrió al interior de la nave. Con un fuerte golpe de codo, rompió un armario contra incendio donde se guardaba un hacha, la agarró y se precipitó por las escaleras hasta el nivel más bajo del galeón.
Era un pasillo que transcurría paralelo a la quilla. Por allí apenas pasaba, tal vez era la única vez que había bajado allí. Solo funcionaba un tubo fluorescente parpadeando con insistencia, parecía que hasta la misma luz tenía miedo del trackor, o tal vez intuía lo que podía pasar.
En todas las cavidades de la nave se escuchaban las palabras de la bestia, Rásselas no quería hacerle caso. Levantó el hacha sobre su cabeza con las dos manos y asestó un terrible golpe al suelo quebrándolo. El agua comenzó a entrar a borbotones reclamando un espacio que pronto será suyo. "¿Qué he hecho?" Se preguntó zozobrando su decisión. Pero instantáneamente golpeó una y mil veces el suelo descargando toda la tensión sobre las tablas. El agujero aumentó considerablemente de tamaño al arrancar la presión del agua barias cuadernas.
Nuestro amigo soltó su herramienta mientras que intentaba salir con dificultad del pasillo inundado hasta el pecho.
No podía demorarse ni un momento. Ascendió rápidamente por las escaleras hasta su camarote. Allí cogió un portátil introdujo una secuencia de comandos y dígitos intentando hacer un volcado de información. Una pequeña mochila, la lleno con provisiones, unas libretas, su cámara... no llevaría mucho más equipaje.
Agarró el colchó por un extremo y lo enrolló sobre sí linándolo con una cuerda.
Antes de salir al exterior de la borda no pudo evitar mirar a tras y ver por última vez el puente de mando; allí había pasado muchas aventuras durante los cuatro años de su periplo espacial. Pero ahora no podía retenerse a largas despedidas, ahora tenía que actuar.
Saltó por la borda, el lomo del trackor era blando y costaba correr por encima de él. Pero Rásselas corría y corría, evitaba pensar en lo que decía la bestia y al llegar a su centro se detuvo en el centro.
Allí estaba la válvula abierta, era la misma puerta del infierno de donde salían risas y chanzas sobre su pequeña persona. Pero el Capitán de los Sueños no se atemorizó, por lo contrario levantó con fuerza el corchó enroscado y lo lanzó al interior. Los millares de ojos se abrieron de par en par, sorprendidos, atemorizados.
El miedo pasando miedo al quedarse la válvula atascada sin posibilidad de respirar.
Rápidamente el monstruo perdía fuerzas, ya no hablaba, y los tentáculos dejaron de ser esos gigantes brazos de acero.
Nuestro amigo corrió hacia un extremo y se lanzó al mar de cabeza para nadar lo más rápido posible alejándose de allí. En cada brazada, la Nave de los Sueños se hundía un metro más. Ya solo se veían sus majestuosos mástiles de velas blancas. Al poco, la bandera, y al rato, solo era un remolino.
foto de calamidad.
Así desapareció engullida por la mar.
Y Rásselas seguía nadando.
...fin de la transmisión diaria.
¡No me esperaba este hundimiento! Madre mía! Rásselas es valiente... veremos a ver qué pasa.
¿Has visto Buscando a Nemo, no?
(sigue nadando, sigue nadando)
Uy! no la he visto, solo trozos.
Pero vamos un día de estos la veré.
Gracias.
Posted by: rásselas on 1 de Marzo 2007 a las 12:29 AM