La noche era clara y la luna embellecía un cielo raso de azul profundo. Era un pétalo de margarita sutil y distante. Una sonrisa en la nada.
Rásselas y su amigo Ups dormían acurrucados en las ruinas de un viejo y olvidado faro. Todo estaba quieto como si estuviesen en el imperturbable interior de un bloque de metacrilato.
De pronto, en lo alto, en el interior de su rota Lente de Fresnel nació una lucecilla. En un principio, tímida como lo pude ser una luciérnaga sola en el bosque, pero después fue ganando fortaleza e intensidad.
Por cada parpadeo hay doce segundos, doce segundos de oscuridad.
12 segundos de oscuridad
Gira el haz de luz
para que se vea desde alta mar.
Yo buscaba el rumbo de regreso
sin quererlo encontrar.
Pie detrás de pie
iba tras el pulso de claridad
la noche cerrada, apenas se abría,
se volvía a cerrar.
Un faro quieto nada sería
guía, mientras no deje de girar
no es la luz lo que importa en verdad
son los 12 segundos de oscuridad.
Para que se vea desde alta mar
De poco le sirve al navegante
que no sepa esperar.
Pie detrás de pie
no hay otra manera de caminar
la noche del Cabo
revelada en un inmenso radar.
Un faro para, sólo de día,
guía, mientras no deje de girar
no es la luz lo que importa en verdad
son los 12 segundos de oscuridad.
Para que se vea desde altamar.
Por Jorge Drexler.
Doce segundos de oscuridad, pero contigo. Lo demás me da igual.
Y muy lejos de ahí en la planicie, una hilera de bichitos salieron de la tierra, bajo las rocas caminando hacia el faro. Miles de esos bichitos llegaron hasta donde estaban durmiendo los dos amigos y les rodearon. Eran tantos, que no tuvieron dificultad en levantarlos sin que se despertasen y así, en volantas los llevaron hasta lo más lejano en la planicie.
Y ellos permanecían dormidos.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 16 de Agosto 2007 a las 09:16 PM