La larga marcha finalizó en el centro de la gran planicie. Un páramo sin igual, perfectamente llano, sin montañas, ni colinas, solo horizonte liso y un cielo estrellado. Al Este, una lucecilla brillaba intensamente. Y lo que importa en realidad, sus doce segundos de oscuridad.
Pero de qué sirve un faro con luz, si no existe mar. Sirve para alimentar la esperanza, esa luz, apenas una vela, podría convertirse en la hoguera digna del faro de Alejandría.
Millones de bichitos cubrían los alrededores y dejaron a nuestros amigos depositados en el centro, al pronto, sobre el hueco de una gran roca, apareció uno con una diadema plateada en su frente enlazando un trocito de coral morado.
De pronto, todos se arrodillaron haciendo vibrar sus alitas. El sonido no era molesto como las chicharras, era un sutil silbido que iba cambiando de tonalidad e intensidad. Era como una tranquila marea de música. Iba y venía el zumbido como olas en la clandestinidad de la noche.
Los dos amigos, inducidos por amalgama de sonidos despertaron. Estaban desorientados, no sabían donde se encontraban y qué estaba ocurriendo.
Un bicho dio un formidable salto circense y con dos patitas próximas a su boca dijo:
-¡Señoras y señores !¡Niños y niñas .!¡Ciudadanos de Terramar !- giró la cabeza y miró a Rásselas y a Ups- ¡Invitados .! Con todos ustedes Oleón el rey del mar.
Y todos de rodillas aumentaron el zumbido de sus alas.
Rásselas no entendía nada, ¿qué estaba sucediendo? Se encontraba ante la multitudinaria audiencia de una monarquía cuyo rey decía serlo de un mar desecado.
-Amados súbditos, os he convocado para servir homenaje a estos dos extranjeros que han conseguido encender la llama del faro. Sin duda- carraspeó afinando su voz.- Son héroes del reino. ¡Que así quede escrito!
-¡Viva!¡Bravo!¡Hurra!- Y un sinfín de vítores y salvas a nuestros dos amigos.
-¡Un momento- al salto de Rásselas la multitud enmudeció.- Nosotros no somos héroes, no hemos hecho nada. Si, veo esa luz en el horizonte. Ese faro estaba apagado cuando dormimos y ahora esta encendido. Pero no ha sido por nuestra intervención.
-Un murmullo recorrió toda la planicie en boca de los bichitos.
El rey se levantó de su trono, que era una concha fosilizada.- Sin duda, ha sido el calor que guardas en tu corazón, que esta dentro de ti lo que ha hecho que la lucecilla se encendiese.
Rásselas miró al suelo.-Yo no tengo corazón.
-Ese candor te posee, tú no puedes dominarlo. Lo tienes, yo puedo escucharlo.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 17 de Agosto 2007 a las 02:11 PMpasa por mi blog que tienes una sorpresa.
Posted by: naufrago on 20 de Agosto 2007 a las 11:11 PM