El planeta donde se encuentra la ciudad de los prodigios queda distante ya perdido en un fondo estrellado, como un punto más luminiscente en un cielo de invierno.
La nave de los sueños vuela veloz como un disparo de cañón de gran calibre partiendo el universo en dos mitades simétricas. El rumbo, siempre constante, siempre en su eterna búsqueda. Y como primer paso, es necesario llegar al pozo de Arán.
Ahora estaba preparado, contaba con dos botones que impedía que el frío entrase en su pecho, disponía de un granico de ilusión, y en la ciudad de los prodigios había aprendido a observar con la mirada calidoscópica de los seres de piedra del reino de las montañas de las incertidumbres.
Ahora. Sí, ahora estaba por fin preparado.
Todo estaba oscuro en el puente de mando, Solo la pálida iluminación de las pantallas de las computadoras permitían ver la gran sala. Esta vez la música no acompañaba al Capitán de la nave de los sueños. Allí se encontraba, sentado en un gran sillón de cuero rojo y rudas mirando el escaner, estudiando el compás electrónico, sin perder la vista al astrolabio digital. Parecía una estatua de cera inmóvil, estática en la soledad de la nave.
Cerró los ojos y movió la mano con el dedo índice extendido en toda su elongación.
Con un único gesto, pulsó el boton de off e inmediatamente apareció el siguiente mensaje en la consola:
¿"Está usted seguro que quiere desconectar los sistemas de scaner y telemetría?
S/N. En caso afirmativo se iniciará el sistema de navegación manual.
Aceptó el comando y alzando la vista sin mover apenas al cabeza, se puso en pié.
Había una oscuridad azabache en el espacio exterior, las estrellas habían desaparecido pero su mirada caleidoscópica se mantenía atenta a un punto imaginario, a un lugar de fantasía a una chispa de ilusión.
Era un lugar donde los sensores de no le podrían mostrar, era un espacio solo perceptible con la imaginación, con una mirada de ternura y de corazón.
Por fin, después de tanto tiempo en este viaje iniciático, por fin había encontrado el planeta donde se encontraba escondido el Pozo de Arán. Lo esencial es invisible a los ojos. Y ahora Rásselas podía verlo.
Atrapaba entre sus manos el timón de la nave, su cabeza erguida con la frente alta. Se sentía bien, había superado las pruebas, había logrado alcanzar uno de los destinos fundamentales en el viaje.
Poco a poco, lo que comenzó siendo un punto azul en el espacio, se convirtió en una estrella preciosa.
Al rededor de ella bailaban cinco planetas gaseosos, de los cuales dos contaban con unos anillos dorados, como una corona en la frente.
Había un pequeño planeta, uno similar a la Tierra de donde procedía nuestro amigo, con mares, lagos y ríos. Con bosques y glaciares, con llanuras y grandes cordilleras. Rásselas sabía perfectamente a donde debía dirigir el timón de la nave, a una pequeña isla del mar del norte. Era un terreno inexplorado, virgen en toda su extensión.
Solamente en la costa este existía los vestigios de una antiquísima civilización perdida en los anales de la historia. No se sabía cuando construyeron el templo junto al mar, era un misterio sin descifrar.
Rásselas condujo la nave hasta una playa próxima, de arena fina y amarilla como el oro. Un centenar de
gaviotas se echaron al vuelo cubriendo el cielo con sus alas y sus graznidos.
Pronto el escándalo cesó, al igual que el rugir de los propulsores de la nave. Y la playa quedó nuevamente en silencio y frete a él, la isla de Arán.
... fin de la transmisión diaria.
Magnífico, espero ansioso la próxima entrega. Saludos y Feliz Año.
Posted by: josé manuel on 7 de Enero 2007 a las 02:58 PMMuchísimas gracias.