Las Grayas, hermanas de las Gorgonas estaban esperando al fondo. La cueva no era muy profunda, había partes que el mar se introducía en ella, era oscura y muy húmeda, siniestra, lóbrega.
La luz que nuestro amigo pudo atisbar desde la playa, procedía de una esfera de cristal apoyada en la frente de una de ellas.
-Ven pasa hijo mío pareces cansado, y con tu cuerpo desnudo a la intemperie de la noche, cogerás una pulmonía.
Rásselas se sentó frente a ellas y comenzó a sentir algo. Tal vez un miedo indescriptible nacía en él. El embrujo dejó de tener efecto y ahora era consciente de donde se había metido. En la guarida de unos seres inmortales corruptos deseosos de devorarle.
-Bien si, siéntate, como si estuvieses en tu casa-. Su risa contagió a las demás.
-Dime Rásselas, te veo desvalido. ¿Porqué querías subir al lo alto de las Montañas de las Incertidumbres-. Le observaba con la esfera en la frente, el único ojo para las tres, era una mirada fría y penetrante como un viento polar.
-Yo,- con voz temblorosa y dubitativa,- pensaba que si alcanzaba lo más alto, desde allí las incertidumbres desaparecerían. Creía que así podría ver claro mi camino hasta el Pozo de Arán.
-Sí claro, es curiosa la necesidad de los mortales. No deja de sorprendernos vuestro empeño en conocer todos los designios de la vida.- Le pasó el ojo a su hermana.
-Ahora te veo bien. Sujetaba el ojo con su huesuda mano y avanzaba la cabeza hacia él como para verle mejor, o intimidarle. Nosotras somos inmortales, sabemos el pasado y el futuro ¡¿Te puede imaginar el castigo a que estamos destinadas?¡
-Pero actuaréis con seguridad, sin miedo. No sabréis lo que es el desasosiego.
-¡Ja! Mocoso. La incertidumbre es la salsa que da sabor a la vida. Es el misterio que alimenta los corazones curiosos.
-Yo sufro por ello. A penas podía levantar la cabeza, miraba a las Grayas por el rabillo del ojo.
-Sufrimiento, eso no es nada. Hay que sufrir para saber valorar los momentos hermosos. Nosotras no podemos experimentar eso por nuestra condición inmortal. Somos como la madera reseca que un día tuvo vida. Cambiaríamos nuestra inmortalidad por unos años como humanas.
Una de ellas se le acercó arrastrando las rodillas, apoyando una mano entre las rocas y con la otra sujetando el ojo.
-¿Sabes cuanto hace que no pasa por aquí ningún ser humano?- Le habló al oído con un susurro escalofriante cargado de mala intención.
Rásselas se echó para atrás, pero antes de darse cuenta la Graya había sacado un enorme diente y clavado en el pecho. Este se introdujo velozmente en la carne desgarrándola. Nuestro amigó gritó de dolor, el eco resonó en todas las cavidades de la cueva hasta encontrar la salida y propagarse por la playa, por el mar. La noche rota se conmovió por la sangre derramada de un mortal.
De un solo tajo, abrió el pecho como un libro sin tapas. Las viejas rodeaban el cuerpo del pobre Rásselas, mientras este, con los ojos abiertos de impresión y dolor esperaba el fatídico final.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 26 de Octubre 2006 a las 06:12 PMRasselas,
qué hacer frente a la incertidumbre??realmente¿es la salsa de la vida???quizá se nos escapa el tiempo pensando como tú dices en los designios de la vida, y perdemos la oportunidad de vivir y centrarnos en el presente¿¿¿es acaso la curiosidad lo que nos pierde???
Un abrazo,
troyana.
Ah! y qué decir del sufrimiento!de verdad es necesario el sufrimiento para valorar la alegría o lo más parecido a sentirse féliz?de verdad es necesaria la soledad para valorar la compañía???
otro abrazo,
es que no se me agotan las preguntas....
troyanas