Era un zombi sin voluntad que arrastraba los pies por la arena de la playa. Subió las rocas junto al desfiladero hasta llegar a la boca de la cueva, pero allí estaba el roquem, era increíble como pudo llegar allí antes que Rásselas.
-¡Por favor reacciona, debes escucharme!- dijo sin aliento.- Oigas lo que oigas no les hagas caso, mírame a mis ojos.
La criatura de piedra se interpuso entre él y la entrada a la montaña.
-Son tres hermanas, dicen que son parientes de las viejas Parcas. ¿Las conoces? Son hijas de la noche, de la oscuridad. Su madre, la que concibe por si sola, condenó a nuestro mundo a la eterna noche, a las tinieblas. Las rocas, los roquem, no podemos vivir sin la luz.- Hablaba rápidamente, casi sin aliento.- Son malvadas, no te fíes. Una de ellas era ciega, y las demás se reían de ella. Una noche en una discusión, tenía tanta rabia y odio que agarró a una de sus hermanas y se metió los dedos en los ojos explotándoselos como dos huevos cocidos. La única que tenía visión solo podía ver a través de un ojo, era una cíclope. Las dos hermanas invidentes, unidas por su mal y por un corazón oscuro, intentaron robárselo. Así que ahora comparten la visión.
El contacto de ese ojo en el cuerpo de las tres brujas le ha proporcionado de un poder especial, embruja a la gente y es capaz de ver el alma. También lo puede robar.
El roquem se quedó mirando fijamente a Rásselas.
-Si te vas, te robarán el alma, ese ojo encierra miles de almas de pobres desdichados.
Rásselas parecía que soñaba, no reaccionó a las buenas intenciones de su nuevo amigo.
Entro en las fauces de los desfiladeros marinos.
fin de la transmisión diaria.