El valle estaba frío y oscuro. El cielo despejado era un mosaico de constelaciones formado por millones de cristalitos de colores titilantes en el firmamento.
Parecía irreal, estático como una fotografía. Nada, ni un ruido quebraba la quietud de la noche. El cuerpo de Rásselas, con camaleónica forma, yacía entre pinchos y arbustos.
Las estrellitas viajaban en su curva trayectoria estelar, silenciosas en la nada. Miraban expectantes hacia abajo, hacia la tierra de los mortales, el valle de las montañas de la incertidumbre.
De pronto, todo cobró movimiento, fue como un suspiro. El en interior del casco de nuestro amigo, varias lucecillas se activaron provocando un sonido electrónico. El rostro de Rásselas se iluminó de rojo, amarillo, verde de la esperanza Por fin, poco a poco pudo abrir los ojos. Los párpados le pesaban como el plomizo telón de un escenario. Aun así, la consciencia la había recuperado.
Ahora soplaba una suave y fresca brisa. Al incorporarse y quitarse su escafandra, rota por los impactos, se vio sorprendido. Estaba a la orilla de una playa tranquila y de aguas oscuras y profundas.
Su traje estaba destrozado, inservible, con el así se movía con dificultad. Optó por quitárselo y quedarse allí mirando, mirando al horizonte infinito y ahora marino. A la línea divisoria entre el cielo y la mar.
Poco a poco fue bajando la cabeza hasta quedarse fijamente mirando la cicatriz de su pecho. Aquella que le quedó cuando la abuela le cosió al introducirle el corazón de almendra.
Recordando las aventuras del Jardín de Hesperia se introdujo un dedo en el ombligo. Notó algo, era una bolita. Siguió hurgando con interés y curiosidad. Sí era una bola, metió dos dedos, tres, la mano y pudo atraparla. Pero estaba tan fuertemente agarrada en su interior, que tuvo que asirla con las dos. Un rayo de luz amarillo surgió de su dilatado ombligo. Con un gesto doloroso, tirando la espalda hacia atrás, pudo sacar una esfera como una sandía.
En su luminiscente superficie se trazaba un mapa. Toda una geografía de sentimientos.
Y allí se quedó Rásselas mirando, abrazado a ese recuerdo, a esa cartografía de caricias y emociones.
¿Se atrevería a seguir esa ruta? Necesitaba tan solo un ven.
fin de la transmisión diaria.
¡¡Hola!! Gracias por dejarme un comentario en mi primer cuento. La verdad que después del comentario que me has dejado, he dejado yo otro, y exceptuando a dos personas, hay una tercera que me ha dejado un par de comentarios "destructivos".
Sé que hay libertad de expresión, pero una cosa es decir las cosas con delicadeza y otra muy distinta, es decir, tienes fallos aqui aqui y aqui, sin dar una solución.
Bueno, mejor dejo el tema, porque me pone un poquito triste, de verdad.
Gracias por tus visitas, se agradecen muchísimo.
Muchos besos Rásselas.
Posted by: xanina astur on 13 de Octubre 2006 a las 10:47 PMRasselas,
todo un "alumbramiento" este post en el más amplio sentido de la palabra..
Un abrazo,
troyana.
Ay! se que es eso.... hay gente en la blogosfera o en internet en general nada constructiva.
En fin, no hagas caso.
Troyana!!!
Muchas gracias, en realidad es muy metafórico.
Un abrazo enoooorme, tengo gandas de dartelo en persona.
Muac!
Posted by: rásselas on 16 de Octubre 2006 a las 06:27 PM