En una prisión.
Existen partes de mí que andan encerradas en una prisión de gruesos barrotes. Láminas de hierro oxidado forjadas por el miedo y la desesperación. Pero no desisto. Mi añoranza de libertad es tan grande como el primer aullido de gloria que pudo dar el Conde de Montecristo al respirar su primera bocanada de libertad al surgir entre las aguas.
Estoy prisionero sí, y soy consciente de mi presidio. Tal vez tenga un mapa que guarde un incalculable tesoro, pero mis temores me encadena a la fría pared de granito.
¿Mi sustento? a penas son unas gachas de pan y agua al día, no hay más.
Es en realidad la sed de un recuerdo, el calor de un abrazo, el sonar de un corazón en mi pecho, lo que me mantiene con vida.
Hoy en día, ahora que no me diferencio en mucho al moho que corrompe los suelos, todo mi ser, todo mi esfuerzo por mantenerme con vida, sin perder la cordura, o por perderla, lo que me hace ser persona vivir, vivirme.
Eres tú.
Tú consigues romper esos barrotes.
...fin de la transmisión diaria.