Por fin la conjunción.
El sol se diluía como una gota de témpera en el agua fundiéndose con las montañas, con el paisaje lejano.
Por fin, las dos cubiertas de las naves de los sueños juntas en un periodo de menos de 48 horas.
A veces me pregunto si estamos preparados para asimilar la belleza, si solo nos conformamos con el roce de una piel. Con el sentido de la dermis. Pero y si nos dejásemos arrastrar hasta lo más hondo y descubrimos lo bello. Un abrazo eterno, notar el latido del corazón, un susurro, la luz de la luna menguante dibujado la silueta de un rostro próximo.
En la noche, sueño y realidad se entretejen con finas y sutiles costuras, ¿Cómo diferenciarlo? ¿Cómo discernir donde empieza uno y termina el otro? La falta de sueño tal vez afecte a mi percepción y crea que todo lo vivido no sea real, que estaba dormido. Porque algo tan hermoso no lo puedo asimilar sin más, la sensación nació de lo más hondo de mi pecho, del túetano mismo de mis huesos, no quedó ni un ápice de mi ser sin sentirse cohibido ante tanta perfección. Sus ojos, su mirada, su sonrisa irradia luz, amor, pasión, alegría.
Pero se que todo lo viví, no tengo fotos, ni pruebas para recrearme en las largas noches de invierno. Tampoco pienso dormir en los próximos 25 días, cuando llegue el solsticio invernaré. Dormiré de un tirón unos meses, y reviviré en sueños cada minuto, cada latido de estos días.
Como eres
Tus labios
Son rojos como un higo abierto
Jamás he probado néctar tan dulce
Como la saliva de tu boca
Fruta saciadora.
Cordón umbilical
Que me alimenta de emociones,
Ambrosia anhelada
De la que quiero comer.
Saciarme
Pues tengo hambre de ti
Diosa marinea.
Rásselas
fin de la transmisión diaria.