Ella se acercó y le puso la mano en la frente mientras le miraba sonriente, parecía que esa afable sonrisa jamás se desprendería de su rostro.
-Buenos días Rásselas veo que te has despertado- dijo mientras se aproximaba hacia un puchero que tenía en el fuego de una diminuta chimenea.
-Bueno sí, ¿Cuándo he dormido?- Nuestro amigo apenas podía hablar, parecía que la voz se le había perdido.
-Depende de qué referente temporal, para ti, un par de días-. Y volvió a sonreír.
Rásselas pudo comprobar la extraordinaria situación. Se encontraba en una casa de techos muy bajos, al menos para él, pero no para aquella extraña señora de enormes ojos y perenne afabilidad. Ella no caminaba, iba subida sobre el plano caparazón de una tortuga de ojos cansados, tal vez más vieja que ella.
Toda la estancia estaba iluminada por el fuego de una chimenea y por unas ventanitas redondas a ambos lados de la cama. A través de ellas podía ver un denso bosque.
-¿Dónde estoy?- Dijo mientras se incorporaba en la cama al notar como iba recuperando las fuerzas.
-Seguro que tienes muchas preguntas, muchas dudas, pero no es momento para contestarlas, todo a su tiempo. Ahora me debo marchar, se hace tarde, pero no te quedarás solo. Esta noche te acompañará para cenar mis dos hijas, Clon y Aliku.- Giró la cabeza mirando al muchacho-, te caerán muy bien.
-Pero -. No le dio tiempo a más, la extraña anciana, cogió su bastón, su paraguas de hojas verdes y dando dos golpecitos en el caparazón de la tortuga, salieron de la casa.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 21 de Marzo 2006 a las 06:14 PM