Cuando volvió a girarse para mirar el inerte cuerpo de su amiga, vio como este continuaba moviéndose un orificio bajo el vientre.
Se acercó, con miedo, todo lo que pudo y se quedó observando sorprendido.
Poco a poco iban saliendo pequeñas ballenas del tamaño de una mano. Eran diminutas, comparadas a su madre, claro. Tenían más grandes las aletas que el cuerpo y nadaban muy torpemente. Daban risa mirarlas.
Fue cuando palideció Rásselas. Comprendió que allí no se podían quedar, necesitaban una nebulosa para comer y una guardería para estar, porque su madre ya no estaba.
Así que corrió a la Nave de los Sueños y con gran ilusión montó con sábanas, maderas y pinturas dos enromes colas a ambos lados del casco. Pintó un ojo a estribor y otro a babor. Cuando la faena estuvo acabada se subió al mástil más alto para imitar el canto que hizo su amiga para llamar a las ballenas.
Como si del flautista de Hamelín se tratase
todas los pequeños animalitos fueron siguiendo el casco de la nave. Ahora Rásselas se había convertido en una ballena.
Pero navegar así es muy difícil, él nunca lo había hecho antes y le cuesta seguir el rumbo. Es normal que se equivoque de rumbo, que se sienta el también torpe.
Pero tal vez, lo que debería de hacer, es dejarse llevar por las corrientes más profundas y confiar de que todo puede salir bien si deja más libre y móvil el timón.
Ahora no viaja solo, ahora no puede decir, actuar a solas.
Ahora es una ballena comedora de nebulosas.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 7 de Febrero 2006 a las 06:17 PM