La gran ballena surcó el espacio vacío sorteando los grandes rayos de la tormenta cuántica. Grandes olas espaciotemporales golpeaban la espesa piel del enorme cetáceo con tal virulencia que la desgarraba a jirones como seda vieja.
Mientras en el interior de su boca, la Nave de los Sueños se mantenía a salvo, y Rásselas agarrado a la campanilla del animal era zarandeado de un lado a otro. Todo estaba oscuro y húmedo, a penas podía ver con las tenues luces rojas de las balizas de la nave, el interior de esa colosal boca. Tenía la sensación de contemplar la bóveda de la Capilla Sixtina a punto a desquebrajarse.
Realmente pasó miedo, pese a lo mucho que confiaba en su amiga.
Por fin, después de muchas horas, cuando ya las fuerzas de nuestro capitán de sueños se habían desvanecido, todo quedó en calma.
Notaba una suave brisa que procedía de las profundidades cavernosas del animal, con ella viajaba un ligero quejido.
Al poco tiempo, el gran mamífero abrió la boca y dejó salir a Rásselas con su nave espacial. Al contemplar el exterior este no tardó en reaccionar.
-¡Lo has conseguido, estamos en las faldas de las Montañas de la Creación!- saltó de la cubierta de la nave y corrió hacia su amiga varada en el límite de la nebulosa.
-Sí Rásselas, mi pequeño amigo- Su voz era un ronco suspiro, denotaba cansando y dolor- hemos llegado a las montañas donde todo nace por fin. He cumplido mi misión, pero a ti te queda mucho viaje por recorrer.
-¡No hables así, me estás asustando!- se abrazó al cetáceo con los ojos humedecidos-. Tú también subirás, debes impedir que contigo se acabe tu extirpe, debes pedir un deseo.
-No mi amigo, estoy muy débil y no puedo desplazar mi pesado cuerpo, la tormenta ha rasgado mi carne maltrecha y la inanición ha debilitado mi cuerpo. Té debes subir una de esas cúspides y pedir un deseo a los vientos de la Creación del Universo. Ve y pide encontrar tu ilusión como una pompa de jabón y que puedas acariciar su delicada piel sin que esta sufra y se desvanezca.
-¡No, no sin ti!- El descargador llanto de nuestro amigo apenas le permitía expresarse con claridad-. Quiero quedarme contigo, no subiré.
La ballena esbozó una sonrisa.- Amigo Rásselas, un día distes una llamada de auxilio, cantaste una plegaria al universo. Yo la escuché. Es tu momento, es tu oportunidad, las ballenas devoradoras de nebulosas es una raza del pasado que no tiene cabida en este presente. Debes subir y encontrar tu ilusión.
La ballena se puso a cantar como la última letanía del capitán de un barco a punto de hundirse.
Rásselas, poco a poco, con los ojos inundados en lágrimas subía la pendiente de las altas montañas sabiendo que esa canción iba dedicada a él.
fin de la transmisión diaria.