Habían lanzado los cabos atando un extremo a un ancla, esta al caer sobre la cubierta de la Nave de los Sueños se quedaron agarradas a la baranda del puente principal.
Desde la escotilla, Rásselas podía ver como un centenar de marinos, vestidos de forma dispar, de muchos colores, con trapos y casi harapos andrajosos; pero algunos iban muy elegantes, de época, otros eran alienígenas de otros mundos y algunos eran unos terribles androides.
Toda una horda sedienta de sangre y riqueza, dispuesta a cualquier cosa.
Esta gente, son como los tiburones, una vez que han olido la sangre se vuelven locos, inestables, frenéticos
¿Qué podía hacer nuestro amigo?
Se quitó la camiseta, se la puso en la cabeza imitando a uno de ellos mientras salía corriendo hacia la cubierta, una vez allí, a toda voz, cantó:
José de Espronceda
Canción del pirata
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Stambul:
«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.»
Los piratas se quedaron estupefactos, sin aliento, el único movimiento que eran capaces de hacer, era parpadear perplejos.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 24 de Noviembre 2005 a las 05:59 PMte me has adelantado, quería poner este poema en un post.
Parecemos hermanos. Je je je
un saludo
;)))