Historias Logarítmicas

La planicie.

La cascada continuaba saliendo por la grieta en la pared sin dar señales de disminuir su caudal y el ruido ensordecedor que producía.

La seta se giró con rápidamente y dijo: ”sígueme, vamos”.

A Rásselas no le dio tiempo a decir nada, cuando quiso darse cuenta vio como la setita corría y corría por una empinada senda pegada a la pared de granito frete a la playa.
A penas cabían por ella los pies de nuestro amigo, que en comparación era enormes como un paquidermo y torpes claro.

Poco a poco fue tomando altura hasta llegar a lo más alto, desde allí podía ver perfectamente toda la costa, el mar azul intenso decorado de miles de destellos de luz en las crestas de las olas. Las gaviotas volaban estáticas en el viento muy cerca del cortado y los cormoranes se lanzaban intrépidos al agua para capturar una presa.
Todo era una pintura, un óleo viviente y hermoso, respirable, palpable.

-¡Vamos, no te detengas!- se oyó una simpática voz desde más arriba.

Por fin Rásselas segó a una gran planicie cubierta por una tupida alfombra de hierba alta, salpicada por flores amarillas, lilas, azules… ese manto verde, como si de la melena del planeta se tratase, era peinado una y otra vez por el viento.

La setita apenas se podía ver, casi quedaba completamente oculta por la vegetación, esta continuaba corriendo y nuestro amigo luchaba por intentar darle alcance. Se arrepentía por haber cogido todo el equipo de exploración, ahora la escafandra le pesaba como una armadura medieval.

Por fin ambos se detuvieron frente a un hermoso lago.

...fin de la transmisión diaria.

Posted by eolovano at 11 de Julio 2005 a las 05:23 PM