Por fin ha pasado la tormenta, todo es calma.
Ayer, llegué a Murcia-murcindäe y no pude resistirme a la tentadora llamada de la cama. Me tumbé con la intención de estar solo un ratito. Pero cuando me di cuenta ya habían pasado dos horas. Imperdonable tiempo perdido...
Pero bueno, después del estrés del lunes, un exceso de relajación no viene mal.
Después de cenar, retomé la novela. Esta estaba allí, sobre la mesita de noche y vibraba. Si, el libro temblaba y producía un sonido como el de una campana cuando hace unos minutos que se le ha golpeado. Al tocar las tapas, tuve esa sensación, y esta se transmitió por mis huesos.
Lo abrí con celeridad y me vi envuelto en una nube de fantasía y ficción. Estaba dentro de la novela. Todo lo veía por los ojos de los personajes, escuchaba sus pensamientos y anhelos. Pero no tenia yo capacidad de modificarlos o actuar... era un mero espectador en una función.
Un libro que rezuma tanto romanticismo, su historia, el momento en que lo hallé, el trasfondo que encierra... ya no es la historia que cuenta... lo que nos enseña, es lo que me hace experimentar.
Miré por la escotilla de mi camarote, el limbo planetario era una línea curva de color rojo sangre. Un arañazo en la bóveda celeste a punto de cicatrizar. Una costra oscura y reseca.
La abrí con cuidado y descalzo salí a la cubierta, ya refrescaba dando por fin una tregua a mi sudorosa piel. Echaba de menos la mar, me queda distante, bueno, no demasiado, a una hora de viaje.
El viernes volveré a mi planeta refugio, sí ese que cuenta con un puerto que me protege y un faro que me guía. Allí dormiré la siesta en la arena, dejando que la brisa marinera acaricie con sus suaves manos mi espalda, mis brazos, mi pelo. El olor salitre hinchado mis pulmones, el yodo limpiando heridas pasadas...
La mar.
Te amo.
...fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 15 de Junio 2005 a las 05:39 PM