La tormenta arrecia con las horas, parece como si el planeta entero se fuese a descomponer al choque de una de esas terribles olas que abaten mi nave.
Navego en un mar de dudas, de corrientes sin respuesta, de simas profundas y oscuras como el miedo.
Débil y a merced de las fuerzas naturales con las que no se pueden luchar, ando desorientado. De vez en cuando, un rayo, un relámpago ilumina la carlinga de mi cápsula. Otras veces, una montaña de agua de avecina sobre mi y el océano me engulle hasta miles de metros bajo la superficie. Allí, en la sólida oscuridad abisal, puedo encontrar la calma. Pero no es un lugar agradable para quedarse, en él habitan las perores criaturas de Poseidón, engendros deformes y amorfos sedientos de sentimientos.
Intento salir a la superficie, aun pareciendo el fin del mundo, es más seguro.
Parece como si el mismísimo rey del mar se estuviese acicalando las faldas al aire.
Los sistemas de orientación de la nave se hayan desconectados, las grandes descargas eléctricas inducen gigantes campos magnéticos que dañan cualquier circuito electrónico.
Yo no les temo a los rayo... estoy en una jaula de Faraday natural, no me pueden hacer daño.
Pero aun así, sabe que debe haber alguna manera de salir de este mar de las Dudas... tal vez, si soplase un viento especial, no turbulento...
...fin de la transmisión diaria.