Los días pasan, y el astro solar aplastaba con sus rayos toda la superficie del planeta. El colosal océano mantenía una quietud similar a una sartén con aceite hirviendo.
Rásselas se mantenía en el interior de la cápsula con la escotilla abierta, protegido por la sombra, confiaba en que una suave brisa refrescara el ambiente.
El cansancio de no hacer nada le aturdía así que decidió enfrenarse al sol y salir a pescar.
Subido en el fuselaje de la pequeña nave lanzó el sedal de su kit de supervivencia, pensaba que no tendría mucha suerte, la verdad que jamás había pescado nada anteriormente. Pero sin embargo y para su sorpresa, cuando menos lo esperaba, un tenue tirón le avisó de la captura.
Gritó de alegría y pronto subió a bordo la captura.
Era un animalito rojo anaranjado muy parecido a una gamba de la tierra. Volvió a probar suerte y no tardó con conseguir un premio similar.
Pasaron las horas mientras Rásselas continuaba pescando exitosamente. Por fin, al medio día, pudo degustar los mil sabores de esas delicias marinas.
Comió y comió sin medida, pero curiosamente, no alcanzaba a satisfacer a su estómago.
Terminó por zamparse todas las gambas y no pudo dejar de sentir hambre. Abrió los pequeños cajones de la carlinga y sacó las barritas energéticas para en caso de emergencia usarlas. Con una, podría estar varios días sin probar nada, y se las comió todas.
Pero aun así, no pudo sentirse lleno. Y eso le desasosegaba, los nervios podían con él.
¿Por qué este hambre? dijo sin esperar escuchar respuesta.
Rásselas tenía hambre, no por que su estómago estuviese vacío, sino porque su corazón estaba lleno de aire.
Ya al anochecer, cuando el sol se ocultó en el horizonte dejando una herida abierta en el cielo, la cual cicatrizaría durante la noche, Rásselas sacó su cuaderno naranja y leyó.
Porque el amor, la belleza y la poesía es nuestra razón de ser de Walt Whitman.
A partir de entonces... solo comería poesía.
...fin de la transmisión diaria.
Me encantan tus historias. En serio. ¡Cuéntame más!