Poco a poco el planeta dejó de ser un puntito en el cielo convirtiéndose en una enorme bola azul marino. Y es precisamente de ese color por que cinco sextas partes de su superficie estaba cubiertas por agua, un agua cristalina y pura, profunda como las grandes fosas abismales de la Tierra.
La nave de los sueños se quedó en una orbita geoestacionaria y Rásselas descendió en una pequeña cápsula.
Por fin, iba a amerizar sobre el Planeta Ultramar, palacio mismo de Poseidón.
La gravedad era muy potente y atraía con fuerza a la pequeña nave. Su fuselaje ardía, se fundían sus placas cada kilómetro que descendía. Con violentas sacudidas la atmósfera intentaba aplastar la estructura como una bola de papel de aluminio.
Nuestro amigo, sujetaba con fuerza los mandos, mientras el enlace con la computadora de la nave nodriza intentaba corregir la trayectoria de entrada.
Saltaban chispas de las ventanas, el calor era asfixiante, los circuitos explotaban secuencialmente a cada minuto que pasaba.
Por un momento parecía que se iba a vaporizar en el cielo como una estrella fugaz en las noches de verano.
Pero el capitán de la Nave de los Sueños, no perdió la esperanza. Utilizó todos los recursos que tenía a su disposición, su pericia al mando, no pensó, uso su instinto, se dejó llevar por las corrientes de aire de la alta atmósfera y bajó por ellas como si de un colosal tobogán se tratase.
Por fin la calma, con un suave balanceo, la pequeña cápsula se precipitó al mar.
Tardó varios minutos antes de abrir la escotilla y salir al exterior. Se sentía desorientado, confuso por los golpes y remolinos en el aire. Pero cuando por fin la puerta se abrió como el cascarón de un huevo, eclosionando Rásselas de su embutido artilugio espacial, una bocanada de aire fresco hinchó sus pulmones insuflándole la vida que en el espacio no hay.
Un océano infinito y azul, radiante y centelleante. Rizado de pequeñas olas y altas nubes. El horizonte no tenía límites era inalcanzable como los confines mismos del universo. Un cosmos azul le invitaba a ser explorado.
Rásselas miró por la escotilla al interior de al nave... de ella, de la computadora surgió un mensaje: Bienvenido a Ultramar sonó con voz robótica.
...fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 3 de Mayo 2005 a las 05:30 PM