Llevo cuatro días siguiendo un rumbo determinado. He desconectado los giroscopios de la computadora central y su módulo de navegación. Viajo a ciegas.
No se muy bien a donde debo ir, pero sí a donde debería llegar.
He aterrizado en un planeta, no lo conozco, no existía mapa de el. Así que lo estoy recorriendo a pie perdiéndome en el desierto más desolador, que es mi mente.
En la soledad y quietud de este paisaje, no puedo evitar recordar los acontecimientos de hace un año. Todo comenzó un carnaval, casi de casualidad. Tenía una cerveza en la mano, muy fría, casi granizada. Cuando me encontré con alguien que cambiaría el curso de mi historia. No fue de golpe. Todo sucedió paulatinamente hasta perder el control, no podía dominar el sentimiento, atarlo, reconducirlo y todo por miedo a la perdida.
Así estuve hasta finales de agosto, momento en el que comprendí que no alcanzaría la gloria, e intente volver a la normalidad. Para ello tuvieron que pasar seis meses hasta sentirme mejor. Pero nunca recuperado.
Pero he comprendido, que lo que nos guardamos dentro crece y crece como el vapor de una hoya a presión siento que mi pecho y mi mente van a estallar de un momento a otro.
Me sorprende el sentimiento tan fuerte que me arrastra, tal vez sea humano, a todo el mundo le ocurrirá igual.
Me niego a pensar en disoluciones químicas en la sangre, segregaciones engañosas del hipotálamo
no, no pude ser cierto. Esto que me sucede es la vibración misma de la chispa de la vida, todo se concentra aqui como un Big Ben interior, como la palabra de la creación. Por eso me siento tan vivo, tan fuerte y vulnerable al mimo tiempo. Tengo miedo que despues de todo lo que deba pasar, me combierta en madera, que me galvanice enfriándome como el metal.
Mientras busco incesante algún lugar de este planeta, no se lo que es, tal vez un antiguo templo donde se venera a una hermosa diosa marinera, no paro de pensar y pensar tanto tiempo desde abril del 2003 merma mis fuerzas.
He de tomar una determinación.
Mis sensores de la escafandra lo indican, sí parece que se trata de un tempo. Pero, ¿de quién?
Ya oscurece y el limbo solar de oculta entra las dunas arenosas como un coágulo de sangre en el herido cielo. Mañana será otro día.
Mañana seguro que cicatrizará.
Oleo de mujer con sombrero
Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.
Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.
Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.
La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.
Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndome al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.
(1970) Silvio.R
fin de la transmisión diaria.