He bajado a mi planeta predilecto, aquel que es mi refugio donde reside el puerto en donde amarro mi barco con su ancla y el faro que me guía. Era una tarde soleada, bañada por la luz del sol que entraba a través de ventanas entre las nubes. Sentado en la orilla del mar leía una novela.
Donde el corazón te guíe de Susana Tamaro. Es una historia, una extensa carta de una abuela a su nieta que estribe como despedida y como testamento de recuerdo mientras espera su muerte.
Se levantó viento y las nubes ganaron la batalla al sol arañando así las calles, las fachadas, los cristales
arañándolo todo con sus suaves dedos acuosos. Así que la plomiza tarde invitaba al recogimiento y la meditación, por eso estoy en mi camarote leyendo.
Y entre tantos párrafos algo ha captado mi atención, algo importantísimo. Fueron dos textos:
Las lágrimas que no brotan se depositan en el corazón, con el tiempo lo cubren de costras y lo paralizan como la cal en los engranajes de una lavadora.
Esto lo tengo muy claro, lo robots no lloran y yo no soy un robot. Mirar Los sueños de RásselasLa vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana.
¡Dar en el blanco! Sin importar el tiempo
es increíble, me ha despejado las dudas. Es cierto, aunque cada vez más el tiempo erosiona la ilusión y la frescura. Pero merecerá la pena dar en el blanco de la diana.
Ya lo hice, en las dos únicas ocasiones precedentes y estaba absolutamente convencido, pero me quede muy cerca del centro ya que no existía la reciprocidad necesaria para que las flechas cortasen el viento y dieran en el palpitante puntito rojo.
Esto ayuda a animarme.
Fin de la transmisión diaria.