Que tranquilidad respiro. Decidir un día que se abandona el reloj, optar por ir despacio, por no tener prisa. Viajar
¡Qué más se puede pedir!
Escucho uno de los nueve canales de música que se convierten en mi banda sonora particular, la sintonía de mi viaje. Cada giro de ruedas, cada vaivén del tren se transforma todo en romanticismo.
Imagino los antiguos ferrocarriles de antaño, de vagones de madera y grandes ventanas abiertas. Sí abiertas para poder acariciar el viento y este poder acariciarte con su suave sábana en todo el trayecto.
Me dejo levar por las olas de las vías. Por los pianos que resuenan en los auriculares.
Poco a poco, cada cosa se fusiona, se alea unas a otras y el conjunto es poesía.
No tengo prisa, dispongo de todo el día. Pita el tren con su estrepitosa bocina, levantando al vuelo miles de aves asustadas. Las gentes saludan a nuestro paso, alegres, simpáticas, partícipes del cuadro del paisaje.
Ahora soy viento, ligera brisa etérea que vuela observándolo todo. Y me gustaría alcanzarte con mis ligeras alas de sueños, envolverte con mi aliento.
Y cuando llego a ti, despierto y me encuentro solo en el vagón escribiéndote esto para ti.
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Como nadie deja ningun comentario, lo hago yo