Que iluso he sido al pensar que después de todo lo que le dije a Poseidón escaparía fácilmente del planeta de los sentidos. Esta mañana, volaba fugazmente con mi vehículo orbital cuando un humo blanco salía a gran presión por las juntas de su fuselaje.
Detuve el coche donde pude y pedí auxilio.
Intenté seguir mi trabajo por medio de la computadora, pero me atacó el virus Blaster dejándolo inservible para tal uso.
Todo salió bien, una reparación nada más
eso sí, hoy no he podido ir a Ilicitania la estación orbital.
Tal vez mañana.
Desde aquí, me gustaría dar las gracias a todos compañeros de mi tripulación, de cerca y de lejos ya que al conocer mi estado en seguida me arroparon. Agradezco también la sinceridad de sus palabras, aunque no deseaba escuchar algunas cosas reconozco que tienen razón. No iré por imposibles.
Después de todo, releí algunos párrafos de mi Biblia particular: La Vieja sirena de José Luis Sanpedro.
Para recibir, hay que carecer
esto lo comentaré en otra ocasión.
Fin de la transmisión diaria.