Ayer tarde,
Cuando el Sol se despedía de otro día de otoño.
La mar condujo hasta mí un mensaje.
Era un mensaje claro,
Directo.
Enviado por un corazón inquieto.
Ávido de cariño.
Mis manos temblaron.
Y mi garganta estrangulada por la emoción
Ahogó una palabra.
Tu nombre.
Es la voz de la creación.
Me gusta la tranquilidad de la mar en el atardecer de otoño.
Así respira mi alma esta tarde,
Tranquila, plausible.
Las olas son pequeñas colinas de mercurio
Que acarician con suaves dedos todas las rocas y recovecos de mi alma.
Y tú, siempre a mi lado,
acompañándome tan lejos.
Separados por dos costas.
Pero unidos por la misma brisa
que hoy me acompaña.
Tú, estás aquí,
allí junto a mí.