Hace un año.
Londres 7 de septiembre de 1.940
Querida Ariadna:
Perdóname que use tu nombre en clave, no quiero comprometerte a ti en mis líos y persecuciones.
Hace un año que llevo huyendo de un régimen que no deja vivir. Pensaba que Londres me proporcionaría la libertad que en España nos habían arrebatado.
Y es curioso, ahora corro más peligro aquí, que en ningún otro lugar.
En infinidad de ocasiones, he intentado ponerme otra vez en contacto contigo, pero o bien las dificultades por las que he pasado me lo han impedido o simplemente tenía miedo. Miedo de ti, de tu reacción, de volver a hacerte daño. De volver a sufrir.
Esta noche es diferente. Presiento que esta noche será la más larga.
Al atardecer, cuando el sol se ocultó definitivamente, las sirenas antiaéreas despertaron propagando un alarmante mensaje de muerte.
Llevábamos meses esperándolo, los bombarderos no dejaron títere con cabeza en Canterbury y en los puertos del sur. Estaba claro que los alemanes atacarían el corazón del país. Su ciudadanía civil.
Las pesadillas de terror que viví en España me persiguen aquí también.
Querida Ariadna. En el exterior ya resuena la tormenta de pólvora. Ya caen los rayos a ras del suelo. Te mentiría si te dijera que no tengo miedo.
Si llegase en momento. Si esta noche la Muerte llamase a la puerta, si entrara dentro y con su guadaña me amenazase en el cuello reclamando mi alma. Si tuviera que abandonar precipitadamente este mundo, sin las maletas, sin despedidas ni abrazos. Si sólo pudiera llevarme conmigo una cosa al otro lado.
Te llevaría conmigo. Los recuerdos que guardo de ti.
Me llevaría el recuerdo de aquella playa en Santander cuando nos bañamos con el agua helada. Recrearía aquel beso que me distes con tus labios helados, de tu saliva salada en mi boca, de tu pecho enardecido por el frío en mis manos.
No me importaría morir, si morir es como sentir ese primer abrazo al final del paseo en la Plaza de los Alegres de Salamanca. Ese arropo, esa ternura, esa
Ha sido duro este año en el exilio.
Quien me iba a decir que aquella vez en la estación de Salamanca, iba a ser la última vez que nos veríamos. Eran sobre las seis de la tarde, y allí estábamos, abrazados en un banco cualquiera mientras llegaba el tren que nos separaría para siempre. Tomabas un helado, y el beso que me distes supo aun más dulce, si eso es posible. Jamás he tomado golosina más sabrosa. Desde entonces, la comida me sabe toda insípida. Ya nada me sabe igual.
Y no me lo perdono, no me perdono dejarte escapar. Ese tren se me repite una y otra vez en mi cabeza, en mis pesadillas.
La última vez que te vi, fue a través de un grueso cristal. Tú me saludaste, yo te dije adiós.
Y el beso que te lancé al aire persiguió la estela del vagón.
Ya cae la lluvia de bombas sobre los débiles, sobre los indefensos. La historia se repite.
Mi mano tiembla al escribir estas palabras, como tiembla la titilante bombilla de cuarenta vatios. El suelo se estremece a cada impacto, a cada estallido, y dudo si será por la carga explosiva que se precipita sobre la superficie o es mi corazón que galopa en lo más hondo.
Es un caballo, un purasangre ávido de libertad.
Y es que siento que no la encontraré en ningún rincón de la faz de la Tierra, que ellos me persiguen y no tengo escapatoria.
Querida Ariadna, ya nos avisan. Pronto apagarán la luz y nos ocultarán a los ojos de los pilotos germanos.
Querida Ariadna, ojala que tengamos mañana un nuevo despertar.
Sin duda, estos días de oscuridad pasarán.
Aferrémonos pues a la esperanza.
Siempre tuyo.
Mateo.
...fin de la transmsión diaria.
foto by rásselas.
Este fin de semana risas en el casino el viernes por la noche. Corría la cerveza sin preocupación alguna. Moraga en la playa comiendo sardinas, reencuentro con amigos exploradores.
Y el domingo, colofón de la tarde tomando un buen café siendo testigo de cómo se prepara una aventura.
Aun así, la soledad taciturna del sábado por la mañana, huía yo corriendo al puerto a leer a Cortazar.
Y el domingo volví a ser consciente de lo que me pasa.
Se aproximan fechas muy importantes, onomásticas
y qué más da esos aniversarios. ¿Por qué celebrarlo o recordarlo?
El domingo mi sobrino Aarón me hizo un dibujo.
Un dibujo, un recuerdo.
Un verano que ya pasó.
ENTRE MIS RECUERDOS
Luz Casal.
Cuando la pena cae sobre mí
el mundo deja ya de existir
Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
Para encontrar la niña que fuí
y algo de todo lo que perdí.
Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
Sueño con noches brillantes al borde
de un mar de aguas claras y puras,
y un aire cibierto de azahar.
Cada momento era especial,
días sin prisa, tardes de paz.
Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
Yo quisiera volver a encontrar la pureza
nostalgia de tanta inocencia que tan poco tiempo duró.
Con el veneno sobre mi piel
frente a las sombras de la pared.
Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
Y si las lágrimas vuelven,
ellas me harán más fuerte.
Yo quisiera volver a encontrar la pureza
nostalgia de tanta inocencia que tan poco tiempo duró.
Cuando la pena cae sobre mí
quiero encontrar aquello que fuí.
Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
Vuelvo hacia atrás y busco entre mis recuerdos.
...fin de la transmisión diaria.
Fuego.
Siento que cada medio día, buceo en el fuego. Me sumerjo en una tempestad de llamas que me abrasa, que me despelleja por dentro.
Las corrientes de convección me arrastran al fondo del averno. Siento como unas pesadas cadenas de plomo hirviente, me retienen privándome de libertad.
Es el recuerdo que me acecha y me inmoviliza en esa hoguera expiatoria del sufrimiento.
Y el bálsamo de la noche.
Qué diferente del invierno.
La noche, con su refrescante aliento, devuelve la vida a mis calcinados miembros.
Regresan los sentidos a mi cuerpo:
Olfato, para oler la suave fragancia del jazmín; vista, para contemplar en el recuerdo las sutiles curvas de tu lejana topografía; oído, para gozar con tu presencia, con tu razonamiento; y tacto, para no perderme nunca en la oscuridad agarrándome a cada pliegue de tu deseado cuerpo.
...Fin de la transmisión diaria.
¿Qué me ocurre?
Sensación neumotórica que oprime mi alma.
Impidiendo salir el último aliento de vida.
Será que te recuerdo.
Y te imagino.
Deja que me abrace a tus caderas de Andrómeda,
Déjame acariciar tu pecho de basalto.
Y qué difícil es.
Eres el universo vacío entre dos interrogantes
Al que quiero llenar de cafés, paseos, cenas, cines, caricias
Cansado ya de besos de titanio
Te disparé uno por la espalda
Y quise creer que te dio en el cuello.
Pero tú no te distes cuenta.
Continuaste charlando.
Paralizado por sucesivos sustratos de franela
La cama me retiene,
Me oprime, me aprehende
Y me siento prisionero de tu sueño.
Quiero sentir la flotabilidad del agua
En la bendita desnudez sin secretos
Mostrando tal cual somos
Revelando la verdadera naturaleza nuestra alma.
Tú, mi amada odisea.
(cc) Rásselas. ....[rzr]
...fin de la transmisión diaria.
...fin de la transmisión diaria.