Hoy el día podría ser como cualquier otro, pero no fue así, porque era hoy. No ayer o mañana. Hoy, con todo lo que ello significa.
Trabajé durante la mañana en el puente de mando, leí por la tarde y por la noche... quise festejar algo. Quise conmemorar que hoy era martes 20 de febrero del 2007. ¿No es maravilloso? Cené nidos de pasta, con ajillos tiernos, cebolleta, champiñones y aceite de oliva.
Por supuesto, no podían faltar dos velas y una botella de lambrusco.
Al terminar el día, cuando el sol se fue a la cama, cuando comenzó la lluvia y me refugié en mi camarote... me di cuenta de un hecho inusual. El mapa que tengo colgado en la pared comenzó a desaparecer por una esquina. Después se fue volviendo transparente por el centro, y como una pintura que le hubiese lanzado disolvente, fue desapareciendo poco a poco.
Fui al puente de mando y los papeles que tenía en la mesa también estaban en blanco. Me puse nervioso e intenté buscar algo en la Gran Computadora de Abordo. Allí también se notaba el efecto, toda la base de datos estaba desapareciendo... Rápidamente, realicé un volcado del disco duro la computadora a un portátil. Atrapé el santo santorum de todo mi viaje en una tarjeta de memoria.
Algo estaba sucediendo.
Y allí fuera, bajo el mar, continuaba el cántico.
Ahora me resultaba como una llamada. Era una canción preciosa, una sinfonía de acordes imposibles de imitar. Porque las emociones no se emulan y compilan, las emociones son únicas en cada persona, en cada ser.
...fin de la transmisión diaria.