Era un puntito que se precipitaba en un abismo marino, tal vez kilómetros de separaban ya de las superficie. Parecía que iba a atravesar el planeta y salir por el lado opuesto. Su caída no tenía fin.
Era extraño, por un momento sintió desfallecer y perder la consciencia. No respiraba aire, era imposible, pero sus pulmones llenos de agua parecía no importarles pasar de un gas a un líquido, ellos seguían trabajando.
Rásselas miró hacia abajo y pudo contemplar sorprendido como ganaba luminosidad el fondo. ¿Se habría dado la vuelta y estaría subiendo a la superficie?
No fue así, en poco tiempo, se posó sobre la superficie del fondo marino.
Todo estaba ligeramente iluminado por la fluorescencia que desprendía diversidad de algas de infinitas formas. Parecía que se había colado en el interior de un negativo fotográfico, pues todo tenía ese extraño aspecto monocromático.
¡Era fantástico! no hacia frió, el agua tibia había revitalizados sus entumecidos miembros y... ¡Podía respirar bajo el agua!
Esbozó una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja y comenzó a andar por una planicie similar a una campiña, pero submarina.
Bancos de peces pasaban cerca de él sin mutarse, medusas brillantes y estrellas de mar.
Sentía hambre y probó a comer unas algas que había junto a una elevación de piedras, era como una montaña gigantes en un llano. El sabor era extraño, ni dulce, ni salado, era totalmente diferente, muy sabroso y energético. Parecía que ya quedaba muy distante su desfallecimiento allá en la superficie.
Continuó su marcha bajo el mar en medio de esa planicie salpicada de enormes rocas de casi 15 metros de altura.
Se sentó sobre una de ellas y miró hacia arriba, sobre él había un techo negro opaco, como si no fuese agua, sino piedra.
¿Y ahora qué hacer? Cómo continuar su búsqueda, que no es búsqueda... Se puso en pié en lo alto de esa enorme roca y deseó continuar siempre a delante, pues si había llegado hasta las profundidades oceánicas, después de ver el Pozo de Arán, por algo sería. Quería vivir aventuras, porque el sentido del viaje es el viaje en si mismo. Quiso dar un paso para bajar de alli cuando su pié se resvaló golpeándose fuertemente con su trasero y cayendo como si se tratase de un tobogán los 15 metros de altura que le separaban de la planicie.
Al llegar otra vez al suelo arenoso, rápidamente se levantó acicalandose y comprobando que no se había roto nada.
Mientras, tras él, una pequeña grieta apareció en la gran roca.
...fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 4 de Febrero 2007 a las 10:51 PMLa vida es exactamente así... donde menos te imaginas hay una puerta para ti...
Qué cálido el abrazo del mar...
Saludos!
S.
Posted by: Sarah on 5 de Febrero 2007 a las 12:43 AMCierto, siempre la vida nos sorprende. Por más previsión que hagamos ella siempre nos guarga una experiencia, una sorpresa, un regalo... solo queda comprenderlo.
Un abrazo.
Chiquillo, me quedo con la incertidumbre hasta el próximo relato. ¿Qué habrá detrás de esa grieta? ¡Vaya culetazo que tuvo que dar para hacerla! ;)
El mar, de alguna manera, acaba siempre acogiéndote: después de una tormenta llega la calma, cuando buscas la soledad y su consuelo... creo que siempre tiene soluciones a todos nuestros estados. O por lo menos a los que nos identificamos con él.
ay! ya verás en el siguiente post.
Espero que te guste y gracias por el interás Malak
=)
Posted by: Pau ^.^ on 7 de Febrero 2007 a las 12:28 AM