30 de Enero 2007

Rumbo al Polo Norte.

Cuantos días de navegación, cuantas jornadas de insomnio.
Rásselas puso rumbo al norte, su compás, la aguja que marcaba la dirección exacta no se equivocaba, estaba perfectamente clavada a 0º Norte.

El mar se adormecía con el frió intenso, solo roto este silencio por el tintineo del hielo que se iba formando a la deriva como nenúfares de cristal en un inmenso estanque mágico.

Añoranzas, pesares, in quietudes le atenazaban en su nueva singladura, su nueva Gran Búsqueda, que era la no búsqueda. ¿Pero hacia donde dirigirse? Como su búsqueda ahora es no buscar, todas las direcciones son buenas. Es como decidir cual es el centro del universo, si no tiene límites podemos decidir arbitrariamente y a capricho su origen.

Su centro del universo, por un momento, existió en una pupila a dos milímetros de la suya. Pero de eso, hace ya tiempo. Ahora debía dejarse llevar por las corrientes marinas, las tranquilas brisas que hinchan las velas dirección Norte el eje del planeta del Pozo de Arán.

Poco a poco el mar se espesaba, surgía un pequeño telo de quebradizo crista que fácilmente se rompía al paso del galeón. En pocas horas, lo que antes no era más que una fina capa, se había convertido en un manto de hielo que con sólidos brazos cercó y atrapó sin reparo a la Nave de los Sueños.

Rásselas se sentía desahuciado, ya no tenía búsqueda, o al menos no la comprendía, no asimilaba la nueva condición. Y para más INRI, ahora su único medio de transporte se veía atorado entre kilómetros y kilómetros de hielo paridores de icebergs.
rasselas nieve planicie.JPG
Apretó los dientes y se ajustó sus guantes azules. Tenía que continuar fuera como fuese, pero debía alcanzar el Norte, el norte polar.
Saltó por la borda ataviado de un anorak, botas, raquetas y dos bastones. Se conectó la baliza de seguimiento y se puso en marcha.

Anduvo penosamente por la lisa planicie ártica. Cada paso era un dolo, un esfuerzo para su alma. Si las fuerzas hacía horas que le habían abandonado él continuaba por necesidad. Por una chispa que surgía de su interior, pequeña y fugaz pero capaz de calentar y aliviar sus helados miembros.
Un paso, otro y otro más. Era un punto sobre un blanco espectacular. Por un momento, cielo y llanura se confundieron de la misma tonalidad, todo era blanco, parecía que había llegado a un punto donde no existía nada: sol, cielo, hielo, paisaje, sombra, pisadas... solo él. Se quedó mirando las manos tras el vaho que producía su cansina respiración. Notaba el cansancio y la presión arterial en el cuello y oídos.
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Estaba allí, solo, en la más absoluta soledad de invierno, peor aun que la soledad espacial. Allí orbitando, siempre hay alguna estrella que observar, una galaxia, un cometa... pero ahora no había nada.

Miró en rededor suyo girando todo el cuerpo, la capucha de su pesado abrigo le impedía girar la cabeza. "¿Dónde estoy?" Se dijo. Parecía que el frío se tragaba las palabras, ni un eco, nada.

Continuó andando arrastrando lo pies, era un moribundo esperando que el fatídico final se le echase encima. Pues ya no le quedaban provisiones, las baterías de su baliza de teletránspote se le habían agotado, tenía los pies mojados y congelados, perdió sus fuerzas por el camino como el que pierde el equipaje. Y lo que era peor, pensaba que de allí que saldría.

¿Significaría eso, lo que le dijo el Pozo de Arán? ¿Por qué esa canción? ¿Cuando encontraría a esa anónima sirena?

Su cuerpo se desplomó como un tronco fuertemente golpeado en su base, no puso los brazos para amortiguar el golpe. Cayó sobre el hielo convertido en un muñeco de trapo. Respiraba aun con dificultad pero no podía mover los miembros, pero si los ojos. Estos los alzó un poco para intentar ver lo que tenía justo en frente, justo frente a su cabeza.

Su sorpresa fue mayúscula.

De entre todo ese hielo mortal, de la no vida, de la eterna quietud ártica, nacía una preciosa flor lila. Tímida crecía en un ambiente gélido en un mundo despojado del color, ella, todo pequeña dio cuatro pétalos de diferencia.
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Rásselas, se quedó allí mirándola maravillado esbozando una sonrisa.

-Siempre hay una esperanza.


...fin de la transmisión diaria.

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Posted by eolovano at 30 de Enero 2007 a las 12:50 AM
Comments

Sí, siempre la hay.
Lo mismo habrá pensado la flor para poder surgir, verdad?
Saludos!
S.

Posted by: Sarah on 30 de Enero 2007 a las 09:07 AM

Pues tienes toda la razón.

Posted by: rásselas on 30 de Enero 2007 a las 09:58 AM

Sepa usted que sigo las andanzas de Rásselas, y casi que veo esa sonrisa. Siempre hay esperanza, claro que sí. Un abraço, siga usted así de bien.

Posted by: Malak on 30 de Enero 2007 a las 10:23 PM

Qué bonito.. acabo de descubrir tu blog y me ha gustado la primera impresión. La flor es preciosa, si la llegase a ver algun día pararía el tiempo para degustar su aroma a vida.
Hasta pronto!(con esperanza)

Posted by: nathalie on 31 de Enero 2007 a las 01:10 AM

malak muchas gracias!
Pena que no continúes con el tuyo.
Espero que la historia de rásselas continúe llamando tu interés.


Nathalie.
Gracias, la iprimera impresión siempre es importante, pero no definitiva. Como le he dicho a malak, espero mantener esa sensación.

Jo! la verdad que todo el mundo jugaba a lanzar bolas de nieve mientras yo me quedaba maravillado contempándola.

Un abrazo.

Posted by: rásselas on 31 de Enero 2007 a las 08:48 AM

mi ánimo ha estado algo decaído hoy. De pronto leí aquello y no pude evitar emocionarme un poco... (jeje creo que es donde ando sencible xD...)

¿en verdad Rásselas encontró la flor en la nieve? ¿todavía hay esperanza? quisiera pensar que en verdad aun queda un poquito escondida en un rincón... ahí, donde no ha llegado nadie para opacarla y luego otros como yo cuestionemos su existencia.

Ojalá te encuentres bien mom =) besos! y disculpa la amargura.

Posted by: Pau ^.^ on 31 de Enero 2007 a las 09:55 PM
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