12 de Diciembre 2006

Espejo del alma.

Es sin duda, esta ciudad de fábula, grandiosa en toda su extensión. Edificios altos y puntiagudos capaces de arañar los cielos son sus finas uñas de cristal y acero.
Luces de colores moviéndose por fachadas imposibles, curvilíneas, ingrávidas.
Un hormiguero de gentes y transeúntes van de un lado para otro, guardando para si su anonimato, su historia.
Yo me quedo fascinado al contemplarles, al estudiar sus hábitos, sus gestos y ademanes. Soy un punto en la masa humana, entre millones de androides preprogramados y de fácil manipulación, una singularidad entre especies de otros planetas con sus semblantes azules, de ojos saltones y piel brillante. Un eslabón débil.
Pero ante las dificultades, una fuerza interior me posé, se apodera de mi, y me hace seguir hacia delante. Esa fuerza intrínseca en nuestra especie, la búsqueda por la supervivencia.
Tal vez yo no sobreviva, más bien perviva ofuscado desnudo tras un velo de poesía, me escondo tras la metáfora.

Entré en un extraño local, difusamente iluminado. Una capa de humo ocultaba el techo como dos líquidos de distinta densidad.
Seres de otras galaxias conversaban, bebían, fumaban… Yo, con la única compañía de un tercio de cerveza, hice un esfuerzo y escribí. Escribí sin metáfora, sin prosopopeyas, ni símiles…
El intento descargó gran energía por la punta del bolígrafo, fue un rayo atronador, una explosión de tinta disparando una nube de metralla, de sílabas y palabras, de emociones.
Pronto la celulosa del papel desapareció dejando tras de si una superficie perfectamente pulimentada y acuosa. Parecía un espejo de mercurio. Mire, miré bien… ya no me importaban los extraños seres que me rodeaban, ya no escuchaba la música. Apretaba el bolígrafo con fuerza y este se hundía en el metal líquido. Y allí estaba yo, mi rostro.
No me dio miedo a ver me, no fue como “El retrato de Dorian Grey” de Oscar Wilde… yo me vi, con mis imperfecciones sí, pero no tuve miedo.
Pude observar mi interior y una consecución de imágenes… atado en una vía, un choque de trenes, un mar extraño, un cielo sin estrellas, una mano saludando, un ojo de vivo color, una despedida y una sorpresa, un regalo, una calle vacía en la noche… Símbolos al fin y al cabo.

Pero entre todas las imágenes, estaba yo allí.

¿Me atreveré a mirar otra vez, el día que vuelva a escribir?

…fin de la transmisión diaria.

Posted by eolovano at 12 de Diciembre 2006 a las 04:02 PM
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