Llegaron a la arena de la playa y allí les esperaban miles de seres pétreos en movimiento, saltando riendo, toda una fiesta.
Pero Rásselas le pidió a su amigo Stonher que le llevase al valle bajo las Montañas de las incertidumbres. No, no las iba a subir, no era el momento.
Al igual que las Montañas de la Creación, debía esperar su hora para antes alcanzar su cúspide y eliminar su incertidumbre
Tardaron varias horas los dos en llegar a la Nave de los Sueños, con penoso paso, cansados por la batalla, por la noche en vela en la cueva de las Fórcidas dejaron muy atrás la costa.
Por fin el Capitán de los Sueños había llegado a la rampa de ascenso de la nave.
-Gracias, Stonher gracias por todo.
-No, gracias a ti. Gracias por devolver la ilusión a mi mundo, por regalarnos la luz del día, el color de los sueños, las flores
-¿Cómo puedes decir eso, cuando yo no he hecho nada?¿Cuando solo veo noche y oscuridad, cuando todo es tierra y desolación.
-Eso amigo, es porque aun habiendo devuelto la ilusión aun ves con los ojos del pensamiento, mira con el corazón.
-Es imposible, ya ves que las Fórcidas no consiguieron su plan, al no tener corazón.
Stonher, dio unos pasos y le miró fijamente piensa que el corazón actúa a veces como un calidoscopio. Y la mente igual, están unidos por un fino hilo la imaginación. Sueña, mira con ojos de sueño.- Mientras se explicaba, Rásselas abrió la boca, abrió los ojos como platos.
Dejó de existir la perenne noche, la luna era un sol luminoso, espléndido como una corona de oro sobre la frente de la bóveda celestial. El cielo lapislázuli, azul primaveral, limpio
se podía ver sin dificultad hasta donde la tierra se dobla sin caer el mar.
Un tupido manto vegetal lo cubría todo, con flores gigantes, árboles milenarios y frutos revitalizadores. El agua corría por doquier, la abundancia y la felicidad.
-Gracias, Stonher, otra vez más gracias a vosotros.
fin de la transmisión diaria.