Como describir algo único e inigualable, cual sería la base de referencia para poder narrar todos los detalles de una situación sin precedentes.
¿Cuántos años llevo en mi eterno viaje, de sueños e ilusiones?¿tres?¿camino ya de cuatro?
Cuando llegué al espacio puerto del palacio del Jardín de Hesperia, mi nave no estaba sola, junto a ella había una exactamente igual a la mía. Yo no podía salir de mi asombro, ¿cómo era posible?
-¡Hola!- una jovial voz surgió tras de mi- ¿me dejas pasar? tengo que llevar esto a la proa.
- Sí, claro- apenas pude articular.
Era una chica joven, con una perenne sonrisa contagiosa y una mirada pizpireta que me hipnotizaba.
Los dos trabajamos en nuestro galeón de los sueños, realizando miles de tareas previas a nuestros sendos viajes. Montábamos las cocinas, unas barras. Nos asegurábamos que las bebidas se mantuviesen frescas.
Hasta que una noche, en un encuentro casual dimos rienda suelta a una graciosa e interminable conversación.
El sol salió y nosotros sin darnos cuenta de que habíamos pasado toda la noche hablando, indagando sobre nosotros mismos, continuamos con nuestros trabajo abordo.
Por fin nos contamos cuales eran nuestros rumbos. Yo debía ir al Pozo de Arán a pedir un deseo, ella, tenía que buscar un Taray para pedir el suyo.
Y aquí es lo sorprendente.
Tantos años de viaje, en mí eterno viaje de sueños e ilusiones, paseando por el universo sin rumbo fijo, soportando un millón de maldiciones poseidónicas, más de lo que pudo soportar el mismísimo Ulises. Después de miles de aventuras, con las ballenas comedoras de nebulosas, los piratas de la nave Éxito, la batalla en el Jardín de la Memoria contra el destructor estelar Olvido
después de tanto tiempo pensando en lo frío y solitario que es este universo sin abrazos.
Encuentro en mi periplo una buscadora, que busca sueños como yo.
Las dos Naves de los Sueños despegaron del planeta Hesperia en pos de hallar un Taray.