3 de Julio 2006

El grito.

Poco a poco la densidad de árboles y arbustos fue reduciéndose. Los rayos solares entraban sutilmente al interior del universo oscuro que era ese bosque.
El ruido aumentaba a cada paso, ese ronquido ensordecedor como si las rocas se aplastasen unas con otras casi sin moverse a causa de la presión.

Por fin el krook llegó a un claro que daba a un colosal desfiladero. Era como estar en el borde de una herida en el planeta, un hachazo en su superficie, una grieta en una planicie cartesiana.

Fue tal la impresión que Rásselas hinchó de golpe sus pulmones, no pudo lanzar ese grito que su alma le pedía. Se le quedó anclado en la garganta, sin poder salir en libertar y sonar rebotando con el eco.

Un gran manto de agua caía varios cientos de metros como si el océano azul y eterno se hubiese partido y una mitad su hubiese incrustado bajo la otra.

A veces el poder de la naturaleza asombre tanto que al consciencia no pude asimilarlo de una manera natural. Los volúmenes, las formas, las distancias dejan de tener sentido sin un referente al cual comparar. Somos capaces de discernir que nosotros también formamos parte de esa compleja arquitectura como la mota de polvo que sustenta a la montaña.
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El krook aulló con un gorgoteo que se confundió entre los sonido de las corrientes acuáticas. Nuestro amigo se vio influenciado por tal emoción dejó en libertad aquel aullido frustrado en su garganta para dejar que se expandiera por el paisaje.

El enorme reptil se puso a dos patas y Rásselas abrió los brazos mientras que el aire salía de sus pulmones haciendo vibrar sus cuerdas bocales, sus labios, su alma.

Y así fuero también paisaje, fueron libres.

…fin de la transmisión diaria.

Posted by eolovano at 3 de Julio 2006 a las 06:26 PM
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