La Nave de los Sueños fue rápidamente aspirada por uno de las tremendas bocas de la medusa mecanizada. Todo se movía con violentas sacudidas mientras el galeón atravesaba los corredores luminiscentes similares al intestino de una luciérnaga.
Cuando todo paró, Rásselas y Egle salieron a la cubierta cegados por una luz azul opalina que todo lo cubría sin posibilidad de producir sobra alguna.
Nuestro amigo se tapó los ojos con sus manos intentando amortiguar parte de la radiación mediante las rendijas de los dedos. Gracias al hábil gesto, pudo contemplar como una silueta voluptuosa se les acercaba.
-¡¿Quién eres?!- Preguntó Rásselas sin poder disimular el nerviosismo.
-Me llamo Atalanta y mi vida está consagrada a Artemisa.- La voz era dulce y aterciopelada, embriagadora, hipnotizadora
-¿Qué quieres de nosotros?¿Por qué nos has abordador?
-No te preocupes, no os pasará nada por ahora. Os habéis aproximado demasiado a los lindes del jardín de las Hespérides. Yo cazo en sus límites y mi misión también es defenderlo. Y más ahora después del robo de las Manzanas Doradas.
-Nosotros no queremos hacer ningún daño a ese jardín, mi amiga - No llegó a pronunciar el nombre, Egle le pegó un pisotón que ahogó las palabras en su garganta.
-Mera curiosidad, un cazador siempre debe conocer a su presa. Os dejaré marchar, paro con una condición. Os daré siete horas de ventaja, pasado ese tiempo iré en lustra búsqueda, si os doy alcance, os destruiré.
fin de la transmisión diaria.