Navegaba otra vez Rásselas por el espacio infinito en pos de una ilusión como una pompa de jabón.
Nuestro amigo, después de miles de aventuras, después de millones de sensaciones se sentía fatigado. La nostalgia le atenazaba continuamente, los vientos apenas soplantes hacían la navegación por los espacios euclideos una tarea casi imposible. La quietud era la mayor característica de este mar de las dudas, de este océano de añoranzas y pesares.
¿Donde estará? Era esa eterna cuestión que taladraba ideas, pensamiento, sueños.
Y en la desesperación, sonó la música de la creación, un latido. Y nada más.
La perenne quietud del viaje, se rompió al encontrarse en su camino un asteroide perdido y errante. En él, una joven vestida de seda blanca, rodeada por un áurea divina y misteriosa miró a Rásselas.
El joven, se agarró con fuerza a la proa del barco.
- Me llamo Egle.
Y cantó para él.
... fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 17 de Mayo 2006 a las 06:26 PM