Llevo un par de días enfermo. Me duele la garganta y ayer tuve que ir al planeta V4L3NC14 para asistir a una reunión. Apenas podía hablar por hinchazón y las placas de pus en las anginas. Horroroso, por primera vez en no se cuanto tiempo, me acosté con una camiseta y un pantalón, sudé como nunca, tapado por las sábanas.
Mi pequeño camarote, orbitando alrededor de Murcia-murcindäe, se convirtió en una sauna.
Una extraña fiebre me atacó, una como las que tuvieron que pasar aquellos exploradores en la selva amazónica, una fiebre amarilla, dolor al tragar saliva y muchas vueltas en la cama.
Todo es periódico, todo se repite
la última vez que enfermé, fue hace un año, cuando contraje la neumonía. Mis pulmones se habían desgastado por tanto suspirar.
Y un año después de muchas cosas, coincidiendo con otras tantas
vuelvo a enfermar. Así llevo una semana.
¿Estaré somatizando mis emociones?
La asfixia que sentía estos días en mi pecho se ha quedado atrapada en mi garganta, por eso está estrangulada y no deja pasar las palabras. Pero ya me encuentro mejor.
Realicé una llamada un mensaje de urgencia al puesto de mando de confianza allá en mi planeta refugio, sí ese que cuenta con un puerto que me protege y un faro que me guía.
Me propusieron un remedio natural que está haciendo milagrosamente un buen resultado. Pronto estaré bien, antes de lo que suponía.
Pero no podré estar bien del todo, si no subo una montaña alta y dejo escapar esto que llevo dentro. Dejar en libertad este grito que llevo atado en mis adentros. Este grito que ahora se me clava como una raspa en el cuello, como un tapón que ciega el paso del aire y me asfixia.
Los gritos están para soltarlos, nadie debería guardar los gritos
si se acumulan, pueden transformarse en un explosivo peligroso e inestable.
fin de la transmisión diaria.