La nave de los sueños navegaba solitaria por el inmenso espacio, estelar. Rásselas andaba descalzo, como siempre, mirando por la escotilla el paisaje estrellado. Todo estaba tranquilo, apacible, silencioso.
Pero un destello le llamó la atención, una estrellita azul parpadeante en un fondo cuajado de estrellas. Entre todas, una fue la que hizo retener su mirada en ella.
Memorizó donde se encontraba y subió corriendo al puente de mando, rápidamente, antes de que se le olvidase el mapa imaginario que había grabado en su memoria, introdujo los datos en la gran computadora de abordo.
Los monitores se activaron mostrando una sinfonía de luces y formas, los números volaban por las pantallas y las graficas se dibujaban mostrando trazos curvilíneos de diferentes grosores.
Por fin tuvo una respuesta, se trataba de un sistema estelar compuesto por una sola estrella azul y un pequeño planeta orbitante.
Según la base de datos, ese planeta recibía el nombre de Ilusión.
Nuestro amigo, al leer esto, esbozó una sonrisa. ¿Cómo podría pasar de largo con un nombre así? No lo dudó, pudo las coordenadas en la consola de navegación y puso rumbo allí.
Los motores centellearon y la Nave de los Sueños se puso en camino al planeta Ilusión. Parecía un cometa que dejaba una estela de color en el fondo negro del firmamento.
Rásselas tenía curiosidad por saber lo que se encontraría allí, ya, como a poco, casi sin darse cuenta la ilusión se iba apoderando de él.
Fin de la transmisión diaria.