Ayer noche fue muy desapacible. En toda la superficie del planeta Murcia-murciandäe llovía o nevaba. Acurrucado en uno de los sofás, Rásselas intentaba refugiarse del frío. Sentía cierta preocupación por que las tres brujas del invierno andaban sueltas y locas por la calle.
Durante el día no se les pude ver, solo oír, pero es por la noche cuando se puede apreciar su forma a simple vista.
Nuestro amigo, miró un momento por la ventana, y ahí estaba una de ellas... tenia una cabellera lacea y negra como la tripa de un calamar, vestía con una túnica de seda naranja ondeante que cubría medio cielo. No tenia ojos, pero sí una boca enorme como un rape. Lo que más miedo le daba eran esos gritos.
Las tres brujas volaban alrededor de la casa dando círculos y espirales, gritando como locas y desesperadas. Golpeaban puertas y ventanas con una furia sacada de lo más hondo de la tierra.
A veces, conseguían introducir la lengua por la cerradura de la puerta, o por debajo de esta, produciendo un silbido desgarrador que hacia erizarse todo el cuello.
Rásselas cenó temprano y subió al piso de arriba a leer, antes de irse a dormir.
Cuando estaba profundamente concentrado en la historia, un gran estruendo le secuestró su vista de la novela. Un de los espectros, había conseguido abrir una ventana provocando un gran golpe, muebles, hojas... todo revoloteando en el comedor. Lo peor de todo es que se dispararon las protecciones eléctricas de la casa, dejando a todos a oscuras.
La bruja, con su túnica naranja luminiscente, gritaba, reía se regocijaba alimentada por el terror Rásselas y sus amigos. Pero en un momento de descuido, uno de ellos, la cogió de una pata y la boleó otra vez fuera. La tranquilidad volvió a reinar en todas las habitaciones, la luz también regresó.
Así que nuestro amigo, decidió irse a dormir, pero eso sí, sin quitarle ojo a la ventano... no fuera a ser que una de esas malvadas brujas del invierno intensasen entrar de nuevo.
...fin de la transmisión diaria.