22 de Marzo 2004

metafísica

Como ha comenzado la primavera... me vuelvo un poco filosófico, así que rescato algo que ya transmití el año pasado.

Lunes 07 abril 2003,19:02
Pasan las horas en la pequeña cápsula de salvamento. El aire se enrarece por momentos y las luces comienzan a fallar. Ante lo inevitable, Rásselas comienza a recordar conversaciones en su vida universitaria.
Cuando comencé la carrera tomé la buena costumbre de hablar con Dani sobre los temas que me atenazaban, sorprendentemente coincidíamos en muchas inquietudes. Uno de ellos, era el tema de la inmortalidad del alma. Me acuerdo perfectamente que estábamos asomados al balcón y estuvimos exponiendo nuestras ideas durante casi dos horas. Mi tesis básicamente era la siguiente:
En nuestro cerebro reside nuestro “todo”. Cuando tomo algún tipo de droga, alcohol, mi capacidad de percepción se ve alterada, aun más mi consciencia puede llegar a alterar se de tal manera que deje de ser “yo” por unos momentos. Yo soy lo que recuerdo que soy: Recuerdo que me gusta el té más que el café, recuerdo que no me gusta el deporte, disfruto con la literatura, con una charla agradable, que mis hermanos están siempre a mi lado… Si mi mente se ve alterada por sustancias y por ende mi “yo”. ¿Que sucederá cuando mi cerebro desaparezca? ¿Quedará una chispa imperecedera de mi yo? ¿Esa sutil forma de mi ser inmortal recordará quien soy? ¿Tendrá consciencia? Si incluso nuestro universo, según la teoría termodinámica, cuenta con fecha de caducidad. ¿Esa chispa permanecerá llegado dicho momento?
Como la religión no ha podido darme una respuesta satisfactoria he tenido que buscar por otras vías. Y el camino en mi búsqueda no ha concluido, siendo muy consciente de que, tal vez, nunca sea hallado el final de este.
Escribo esto en el momento de estar finalizando un interesante libro sobre el tema. Casualmente lo encontré en un estante de la librería de F`nac de Valencia. No pude resistirme a la tentación de comprarlo. Se titula Cuerpo y alma, de Pedro Gil Entralgo, Colección Austral 295. A continuación voy a tomar varios fragmentos del dicho libro y a comentarlos con la intención de recordar tanto el texto como mis conclusiones.
I- […] ¿Cómo nacen las estructuras materiales? ¿Cómo mueren? ¿Cuánto tiempo pasa entre su formación y su extinción?
Para la ciencia actual, las estructuras materiales aparecen dentro del marco de la evolución del cosmos. El término latino evolutio –la acción de desarrollar un papiro arrollado, para ir leyendo lo escrito en él- fue introducido en el lenguaje científico para dar nombre técnico a la concepción preformacionista de la embriogénesis: el homúnculo preformado en el huevo iría creciendo en el útero materno a la vez que se desarrollaba por “evolución”. La multisignificativa palabra “desarrollo” es un secreto vestigio léxico de esa primitiva idea de la evolutio. Según ella, en la historia natural de los seres vivos nos habría, respecto de su forma, novedades verdaderamente específicas; todo estaría preformado. Sólo en los años finales del siglo XVIII, principalmente por la obra de Erasmus Darwin, abuelo de Darwin famoso, cambió radicalmente el sentido evolutio: no fue concebida como desarrollo, development, sviluppo o Entwiclung de una forma preexistente, sino como la sucesiva aparición de formas vivientes nuevas, bien por epigénesis embriológica, bien por innovación filogenético. Tal fue el primer paso hacia el concepto actual de evolución. Sólo el primer paso, porque en el transcurso del siglo XIX ese término vino a significar el proceso genético en cuya virtud se ha ido constituyendo el universo entero; las galaxias, los astros y las estructuras minerales y vivientes de nuestro planeta se han formado en curso de la evolución del cosmos. […]
Nacidas a la existencia en la evolución del universo, las estructuras desaparecen para siempre; más precisamente, para nuestro “siempre” de este universo nuestro. Para siempre desaparecieron la estructura del dinosaurio y del australopiteco; y aunque no sepamos cuando ni como, para siempre desaparecerán las estructuras biológicas o moleculares –la del hombre, la del perro, la del agua, la de la calcita- que hoy nos es todo contemplar. […]
Entre su aparición y su desaparición existen en el cosmos las estructuras que lo integran: por tanto, duran. ¿Cuánto tiempo? La magnitud de la duración varía enormemente con la índole de cada una de ellas. Acaso ya estructuradas, hay partículas elementales cuya existencia dura una fracción de segundo, en acusado contraste con otras, como el protón, cuy a duración media, recuérdese, es de 1029 años. Entre uno y otro límite se halla la pervivencia de las estructuras atómicas y moleculares observables en nuestro planeta y otras astros, y de las estructuras vivientes que desaparecieron hace tiempo o han sido respetadas en el innovador e implacable decurso evolutivo de la biosfera.¿Tiene algún sentido comprensible estas enormes diferencias en la perduración de las estructuras materiales? Enigmática cuestión, sólo conjeturable es posible responder.
Y yo en este momento después de leer esto me es inevitable eludir la pregunta: ¿qué es la eternidad? Observando un universo que nace, crece, madura y muere. Comprobando que toda estructura experimenta un final., ¿es mi yo eterno? El alma debe ser una estructura, no concibo que sea algo mágico, como algunos nos quieren vender. Debe ser parte de este universo, por tanto al ser homologo a él, debería experimentar los mismos cambios. Reflexionando más profundamente, me paro un momento y compruebo que no entiendo el concepto de la inexistencia. Soy consciente de mi “yo” de mi fuero mas profundo. Sé que existo, y no se como ni por qué. Y no me importa el como, ni el por qué… el caso es que existo y no puedo concebir al inexistencia. No tiene sentido. Supongo que la inexistencia será como la inconsciencia. Luego, cobra más fuerza mi Yo biológico.
Según la segundo principio de la termodinámica:”Todo sistema cerrado progresa hacia la uniformidad y la aleatoriedad; esto es, hacia al aumento de la entropía y la degradación de la energía”. Entonces, ¿cómo es posible la existencia de todo el universo?, ¿Cómo es posible una evolución tal que haya surgido la consciencia? Porque supongo que si existe el caos, deberá existir el orden.
II- Nos hace humanos la capacidad de proyectar y elegir nuestro futuro.
[…] Aun en el caso del más acabado de los éxitos –el feliz logro de una empresa, la creación de una genial obra de arte-, el término de una acción humana es la conclusión, seguida de una opción entre dos posibilidades: “hacer más” en la línea de la ya hecho – Miguel Ángel en la serie de sus Pietá, desde la del Vaticano hasta la Rondanini; Betothen reatiendo siete veces la abertura de Leonora- o “hacer algo muy apartado de lo ya hecho”, el sonido del violín en el caso del pintor Ingles y del físico Einstein. La socialización more humano, la existencia de ese sentimiento de inconclusión y la respuesta a la interna inquietud que delata, son el fundamento real de la vida historia. A diferencia de las restantes especies animales, la especie humana tiene y no puede no tener historia; el hecho de proyectar y la actitud ante lo proyectado y conseguido hacen que el hombre sea animal historicum.
¿A caso tenemos miedo a la muerte por pensar que nuestras acciones en la vida no están concluidas? ¿Nos importaría morir si lo tuviéramos todo hecho? ¿Nos venden la vida eterna, sin fin, mostrando la posibilidad de vivir un tiempo perenne, donde podremos proyectar y terminar todos nuestros planes?
No puedo evitar asemejar este texto a la filosofía de la vida que irradia la bibliografía de José Luis Sanpedro, amigo que personalmente conozco.
Vivir también para hacerse. Todos se hacen, nos hacemos, sabiéndolo o no, pero sólo si se es consciente de ello se vive de verdad, en activo, colaborando con la vida en vez de dejarse llevar. Creamos creando y no aludo al trabajo forzoso y alienante, tan ensalzado por el sistema económico para hacernos dóciles productores, sino a la creación, al esfuerzo espontáneo nacido de nosotros mismos, ya sea escalar el Everest, bordar realce o meter un barquito en una botella. […]
Hacerse, sí; pero no nos hacemos nosotros solos. Esa constitución y esas pasiones están influidas y hasta condicionadas por el paisaje y la época que nos acogieron al nacer y, sobre todo, por quienes constantemente nos han rodeado y nos rodean. […]¡Qué larguísima hilera de hacedores de mí! : Padres, hermanos, nuestra familia, amigos, enemigos, próximos y lejanos, en el espacio y en el tiempo, los artistas que nos conmueven… […]Siempre a solas nadie llegaría a ser humano y todos, ellos y yo, somos juntos lo que somos.
“El Monte Sinaí”
III- Como ser histórico estamos a merced del constante cambio
Toda exploración humana es aventura, adventura, empresa a lo que venga.
El hombre es el único animal que puede prometer.
El hombre es el único animal que puede decir no.
Aprendiendo, al hombre aumenta su repertorio de símbolos (así aprende el niño el lenguaje de su grupo social) y de hábitos (en esto consiste el aprendizaje de la multiplicación aritmética, adquisición de un hábito mental, o de la natación, adquisición de un hábito somático); y lo hace tanto para ser “más hombre” para perfeccionar lo que por naturaleza es, como para se “más él mismo”, para enriquecer lo que es como persona. Otro abismo psicológico y ontológico entre la conducta animal y la conducta humana.
Hasta el año pasado estaba en un tremendo error. Pensaba que la cultura, el conocimiento, nos hacía más humanos. Nos mostraba el camino del diálogo y de la socialización. Pero esa idea de desvaneció después del viaje de estudios. Más que compañeros estudiantes de último curso de carrera, eran australopitecos hambrientos y sedientos de violencia. El conocimiento amplia las posibilidades, no da mas capacidad de acción. Muy distinto de hacernos “mejores personas”.
IV- Escribió Oliver Wendell Homes y repitió Hunamuno que en cada Tomás hay tres tomases: el que él cree ser, el él que los demás creen que es y el real y verdaderamente es y solo Dios conoce. El Tomás que él cree ser, Tomás con una idea de si mismo. Como él, todos los hombres. Varios graves problemas surgen: uno metafísico (¿Cómo tiene que estar constituida la realidad del hombre para que en ella aparezca un “yo” de alguna manera consciente de sí mismo?), otro psicológico (modos, grados y estructura del autoconocimiento), otro neurofisiológico (que hace el cerebro en la génesis y en la configuración de la idea de sí mismo), otro, en fin, sociológico (como la vida social condiciona el modo del autoconocimiento). No puedo pasar de enunciarlos. “Conócete a ti mismo”, ordenaba el viejo oráculo. Mejor sería decir: “Ten una idea de ti mismo que corresponda lo mejor posible a lo que tu realmente eres.” Arduo mandamiento, que cada cual cumple como puede. O como quiere.
Pero aquí deja patente la subjetividad de lo “real”. Percibo el universo que me rodea por medio de unos sentidos nada precisos, y para mayor INRI deben ser interpretados por mi yo, la entidad a analizar y, muy sujeta a subjetividades, apasionada y emocional, con lo cual el margen de error es enorme. Pero creo que está en la naturaleza humana el cuestionarse quién es.
V- Radical e inexorablemente, nuestra intimidad se nos muestra como un continuo y cambiante proceso de autoedificación y autoposesión en la inquietud, y de ahí los varios modos concretos en que ésta se manifiesta. Hasta siete veo yo:
1- La inquietud acerca de si es real y verdaderamente preferible lo que yo prefiero, y de si será verdadero o falso lo que yo pienso: inquietud por la posibilidad de error.
2- La inquietud respecto de mi suerte en la consecución de lo preferido, aunque esto fuera lo verdaderamente preferible: inquietud por la posibilidad de fracaso.
3- Inquietud relativa a la posibilidad de que no sea verdaderamente y duraderamente “mío” –baste pensar en el hecho del arrepentimiento- lo que por “mío” tengo: inquietud de la no-posesión.
4- La inquietud respecto de si yo seguiré siendo yo cuando llegue a realizarse lo por mí proyectado, o me lo impedirá la enfermedad invalidante: inquietud por la muerte biográfica
5- La inquietud respecto de si yo segiré viviendo antes de llevar a término la acción que ahora estoy ejecutando: inquietud por la posibilidad de la muerte biológica.
6- La inquietud respecto de la continuidad de mi mundo, la incertidumbre acerca de si seguirá existiendo mientras yo viva: posibilidad de la catástrofe histórica.
7- La inquietud, en fin, respecto de si yo, en tanto que persona, seguiré existiendo allende mi muerte, o si con ella quedaré reducido a la pura nada: inquietud por la muerte metafísica, angustia ante la propia aniquilación.
Es casi aterrador como estos siete puntos describen con gran aproximación a las inquietudes que Dani y yo hemos estado hablando a alo largo de cuatro años. ¿Cómo podríamos garantizar que lo que hacemos es lo correcto? Cuando nos encontramos ante una disyuntiva, una elección de caminos en la senda e la vida, ¿Cuál será la elección correcta? En toda decisión, como si de la letra pequeña de un contrato se tratase, viene adjunto una inseguridad, un temor a equivocarnos.
Muerte biográfica, murete histórica, las dos se entrelazan estando diferenciadas por una fina membrana separadora. Tengo tanto respeto a la muerte física, como a una enfermedad degenerativa. Si olvido todos mis recuerdos, ¿en qué me quedaría? ¿En una carcasa? Si olvido quien soy ¿seguiré siendo yo o simplemente me disolveré? ¿Existe un sello inamovible de mi inalterable en espacio ni tiempo, un yo que definan mas allá de los recuerdo del pensamiento?
Todas estas inquietudes, creo yo intrínsecas en la humanidad, serán de difícil respuesta.
Pero lo importante es tener la inquietud de buscar respuestas, no conformarse con el no saber, no poder.
VI- […] Pero, independientemente de lo que sea el destino de nuestra especie, lo cierto es que el psiquismo de cada hombre puede extinguirse por obra de un accidente patológico, el como irreversible, y con toda seguridad se extinguirá como consecuencia del hecho ineludible de la muerte.
[…] Si el como es reversible, el individuo recupera la integridad de su psiquismo: sus recuerdos, sus hábitos, su idea se si mismo, su vocación, sus creencias. ¿Dónde y cómo permanecieron en el cerebro del paciente esos personalísimos ingredientes de su realidad? Y si el como es irreversible, ¿cómo las huellas cerebrales de la vida psíquica se extinguen cuando llega al trance de la muerte biológica del individuo?
¿Hasta dónde alcanza los canales de la vida metafísica? ¿Es perpetua? Acabo preguntándome lo mismo.
VII- También Cajal afirmó su creencia en la inmortalidad de un alma inmortal. “Sólo la religión me hubiera consolado. Por desgracia, mi fe había sufrido honda crisis con la lectura de los libros de filosofía. Ciertamente, del naufragio se habían salvado dos altos principios: la existencia del alma inmortal y la de un ser supremo rector del mundo y de la vida”
Me siento tremendamente identificado con Cajal. ¿Pero cuanto tiempo más podrán sobrevivir esos náufragos a la deriva en el mar de la incógnita?
Tengo muchas mas preguntas que me ha suscitado este libro, o que me ha recordado:
- ¿En un estado inmortal tendrá sentido el tiempo? En caso negativo, ¿Será esa segunda vida eterna el último instante de nuestra vida biológica y metafísica dilatada hasta el infinito?
- El alma si es un ente que influja energía al cuerpo ¿de qué tipo? ¿Es una radiación? Si es energía (capacidad de generar movimiento) debería ser detectable.
- ¿A caso existe un estado especial de la energía no homólogo a nuestro universo?
- ¿La energía se puede memorizar?
- Si el alma se concibe como un campo, los campos homólogos se afectan entre si. El cuerpo, como estructura, ¿será un campo homólogo la alma?
- Téngase en cuenta la teoría de multiuniversos, física cuántica. Stephen.j. “Historia del Tiempo”.
Esto no es más que el principio de una larga lista de preguntas que se irá completando a lo largo de mi existencia.

Ramón Zaragoza Rondán
Valencia 9 abril 2.002

Posted by eolovano at 22 de Marzo 2004 a las 09:53 AM
Comments

Esto esta muy interesante, y justo ahora debo salir ¡!!ayyy!! pero bueno lo retomaré mas tarde.
Un beso. :)

Posted by: noellia on 22 de Marzo 2004 a las 07:57 PM

La gracia que tiene la teoría de Darwin, es que nunca se va a poder demostrar fehacientemente que es así, porque nada sobrevive a los años que se necesitan para demostrarlo y por eso es la teoría perfecta, porque es indemostrable en su verdad como en su falsedad.
Yo en lo personal pienso que no hay suficientes años como para que el mono haya evolucionado hasta ser el hombre de hoy, pero si creo que algo sucedió que produjo el efecto en si y no la evolución como dice Darwin. Y si no hay evolución, no hay termino de la materia se recicla hasta llegar a energía pura, por ende el alma transformada en energía pura no tiene fin.

Un beso.

Posted by: noellia on 23 de Marzo 2004 a las 04:03 AM

Bueno, yo personalmente, si creo que la teoría Darwininana, lo creo porque hay resultado, datos, pruebas, demostraciones...
Pero aun así, me resisto a pensar que mi consciencia es perecedera, que cuenta con una fecha de caducidad.
Tan vez haya algo que aun no podemos ver, pero si sentir.

Posted by: rásselas on 23 de Marzo 2004 a las 03:24 PM

Mom,
aún arriesgándome a parecer simplista, pienso que el alma es imperecedera,y que en parte existimos mientras somos recordados, independientemente del cuerpo o la materia.Somos memoria ý también energía.No creo que el fin sea la muerte fisiológica,pienso que el alma sobrevive al cuerpo,y que la vida,el amor y la muerte, son en sí mismos, un misterio, un misterio mucho más complejo y a la vez fascinante que la intersección de unas teorías psicobiológicas.
Un abrazo.

Posted by: la troyana on 24 de Marzo 2004 a las 12:55 AM
Post a comment