Historias Logarítmicas

Mar raptada

Es un planeta desértico, desolado por el calor y el viento, pero no vacío. Anduve durante unas quince horas dirección sureste buscando desesperadamente la costa.
En mi trasiego, pude encontrarme con diversas formas de vida de distinta índole.
Fue duro, el viento arreciaba y apenas encontraba protección para guarecerme: unas rocas, una construcción, nada, solo la planicie y el sol omnipresente.

Al fondo, casi perdido en lontananza, pude atisbar un promontorio. No dudé en acercarme allí. Pronto caí en la cuenta del error que había cometido, no era una construcción, un edificio, ni una montaña. Se trataba de unos inmensos vehículos de transporte, me recordaron a las tribus de bereberes de África.

No dudaron en ofrecerme ayuda y auxilio… así que pasé con ellos la noche.

Al salir los primeros flecos de sol por el Este, continué mi marcha en busca de la mar.
El camino se hizo cada vez más duro. Altísimas dunas de arena casi impenetrables, sol abrasador y aire irrespirable.

Casi estuve apunto de desfallecer cuando mis botas tocaron la arena humedecida. La mar no la veía por ninguna parte. Corrí por la planicie hasta hallar la deseada costa. Un mar de estaño, liso como el metacrilato y una acuarela azul en el cielo.
Era tal el deseo de bañarme que me lo pensé dos veces; introduje mis pies en la orilla de la playa, pero el agua se retiró a mi paso. “¡¿Qué sucede?!” Exclamé extrañando.
Continué andado pero la mar se abría en cada paso, no permitía mojarme.
Yo desesperaba, mis labios cristalizados y rotos como la cerámica vieja agonizaban con la sequedad.
-¡Mar! ¿Qué sucede que no me permites bañarme en ti?
-Estoy raptada, no puedo hacer nada- dijo con voz de ola.
-Pero ¿por quién? ¿Por qué?
-Lo siento Rásselas, es mi amo quien me lo prohíbe, no te puedo ayudar.

Entonces comprendí quien manejaba esos hilos, supe de donde venía esa maquinación… Por eso subí a una roca y esperé. Me mantuve ojo avizor esperando que apareciera… esto iba a ser un duelo y sólo podía hacer un victorioso.