-¡Qué oscuro esta esto¡- Exclamó Rásselas- ¡que húmedo.
A penas podía ponerse de rodillas, estaba en el interior de algo blando, oscuro y muy húmedo. Tanteaba todo lo que podía a ciegas y se dio cuenta que el lugar a penas tenía un mar de metros cuadrados. De repente, agarró algo.
Era redondo, liso y suave. Cuando lo tuvo en las dos manos y lo acercó a su rostro, más con el instinto de ver algo que por la fiabilidad al hacerlo
ya que estaba en una ceguedad absoluta.
Nada, era imposible ver algo, fijó tanto la vista, acarició y tanteó tanto la bola del tamaño de una manzana que los ojos y los dejos acabaron doloridos. Fue cuando comenzó a desprender un halo fosforescente, poco a poco la intensidad de luz fue aumentando, tanto que casi no podía mirarla directamente.
-¡Sssssssssssssssss!- fue como un suspiro largo y cansado, casi un desperezo- ¡Holaaaa!- Del interior de la bola, ahora blanca como la luna llena, surgía una voz suave, pausada.
Rásselas, al escucharla, se sintió tranquilo y seguro. Tanto, que llegó a sentarse en el almohadillado acurrucado sobre la bola, que desprendía un agradable calor.
-¿Quién eres?¿O qué eres?
-Soy el espíritu de la perla.
-¿De la perla?- Ahora comprendía. Sí, era una perla, de un nácar tan puro y brillante que desprendía luz. ¿Si eres una perla? ¡Eso significa que estoy en el interior de una ostra gigante!
-Sí, mi templo es una ostra en lo más profundo del mar. Te hundistes cuando el mar y la luna se besaron. Cuando la canción terminó. Fue como si estuvieras extasiado, como un ser etéreo cuya piel le traiciona y pesa como el plomo. Al llegar al fondo- la perla hizo un alto- yo te salvé de un seguro ahogamiento.
-Muchas gracias por rescatarme.
-No me las des, aun no estas a salvo.
-¿Y eso?- Rásselas se sorprendió.
-Porque la superficie esta lejos y será difícil llegar hasta ella.- Dijo en un tono casi de decepción.
-¡Soy buen nadador, seguro que llegaré!- Nuestro amigo parecía invencible.
-No solo vale con ser nadador, necesitarás querer vivir.
-¡Yo quiero vivir!- Saltó nuestro amigo golpeándose la cabeza con el interior de la ostra.
-Rásselas, vivir, dejar los pesos del pasado, nadar y sentirse libre flotando. Que las corrientes submarinas de la mar te lleven a una costa dorada.
-¡Yo quiero vivir, yo quiero vivir, yo quiero vivir
! Espíritu del mar.- El soñador errante cogió con fuerza a la perla, aguantó las palabras acumuladas en su garganta y pecho y continuó- Yo quiero vivir, explorar. Y por más lejos que este esa costa, sea en este planeta o en el confín del universo. Así tenga que empeñar toda mi vida y disfrutar de ello tan solamente un segundo antes de partir. Todo habrá merecido la pena. Soy incansable, inagotable y no cejaré ni un milímetro en mi empeño de encontrar mi ilusión como una pompa de jabón.
-Así sea.- La luz de la perla desapareció y el agua comenzó a inundar toda la cavidad. Nuestro amigo, con la cara pegada a lo más alto. Tomo todo al aire que pudo. Pronto, la concha se abrió.
Rásselas nado, nadó y nadó Pero la superficie está tan lejos.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 22 de Enero 2008 a las 10:22 PMYo también quiero vivir!quiero vivir!pero de cara lo posible...¿para cúando un atisbo aunque sea a lo lejos de la costa dorada?
Un abrazo