29 de Agosto 2007

Canción para una marea.

Se pusieron todos en marcha como una gran romería. Rásselas iba a la cabeza sobre la caracola de su amigo Ups, el cangrejo ermitaño gigante; el rey de Terramar, se seguía a su lado subido a una concha portada por cuatro bichos corpulentos; y detrás toda una multitud.

-¿A dónde nos dirigimos?- Dijo el rey con intención de indagar algo.

-Al ecuador, a las islas de que me hablaste.

Estaba amaneciendo e invertirían todo el día en llegar hasta allí. Una penosa jornada transitando por una planicie repleta de bolitas blancas, parecía un desierto de sal. Pero al atardecer, pudieron ver como se recortaba en el horizonte la silueta de ocho formidables islas. Ahora eran montañas perfectamente levantadas de lo más profundo del mar.

Rásselas se volvió y habló al público.-¡Amigos! Necesito que subáis a lo más alto de esas montañas, repartíos en número para que quede compensado. Ups y yo subiremos a esa roca que en su día era un atolón de coral.

Y así lo hicieron poco a poco fueron ascendiendo hasta quedar en lo que en un lejano día fueran unas preciosas playas blancas.

Ups escaló fácilmente la empinada pedriza, parecía una aguja que sobresalía de la misma superficie del planeta. Ya era de noche cuando todos quedaron perfectamente repartidos tal y como había dicho nuestro amigos, el soñador errante.

Eran ocho islas y Rásselas permanecía en el centro. Bajo los pies de todos había un profundo valle que provocaba un espectacular eco.

-Amigos, ya nadie se acuerda el por qué la luna da la espalda al mar y el mar se esconde bajo tierra. Para atraer a la mar hay que hacerlo con una marea y las mareas las provoca la luna. A la luna hay que cantarle para que se de la vuelta y vuelva a mirar hacia abajo. Por favor… toquemos pues.

Allí, Rásselas, subido en una aguja de coral, sobre la caracola de Ubs comenzó a cantar…

Y los bichitos al escuchar la primera palabra comenzaron a vibrar sus patitas y las alas. Unos parecían tocar violines, otros sonaban como flautas. Cientos de ellos volaron encendiendo su abdomen con una fluorescencia azul dibujando un gran circulo que iluminaba las ocho islas.

Un gran bicho, muy gordo y corpulento, se levantó sobre el resto y cantó también como un tenor.

Lejos, o no tan lejos, en el cielo, la luna se estremeció.
Y el mar al darse cuenta quiso verla mejor, ver su rostro un poquito más cerca y de todas las grietas o fisuras comenzó a salir agua. Toda la superficie del planeta se inundó. Mientras que Rásselas cantaba, la luna se giraba y el mar comenzó a cantar con el sonido de una marejada: viento, agua, espuma y algas. Fue tal la excitación que por fin, en el horizonte, una luna llena y un mar se besaron en la claridad de la incipiente mañana.

…fin de la transmisión diaria.

Posted by eolovano at 29 de Agosto 2007 a las 08:08 PM
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