Hace tiempo que no emito las transmisiones diarias que llevo realizando casi ininterrumpidamente desde hace cuatro años.
El trabajo me absorbe y apenas tengo tiempo. Cuando lo tengo, he pasado tanto rato frente al ordenador que no me queda fuerzas ni creatividad para escribir algo.
Aun así, hoy tengo una necesidad tan fuerte, un síndrome de abstinencia tan intenso por escribir, que me dejo llevar por esa sensación poderosa deslizando rápidamente mis dedos sobre el teclado, con ansia por expresar emociones acumuladas a lo largo de un mes y medio.
Mi aventura quedó cuando me dirigía a la frontera del universo, al limité más exterior del cosmos, donde no hay nada, donde solo hace frío.
Montado sobre el caparazón de Ups, mi amigo el gigante cangrejo ermitaño, vivimos una aventura sin límite imposible de resumir en unos cuantos pots. Después de mucho caminar por las finas hebras que interconexionan todos los astros del universo... llegamos a su límite más exterior.
La frontera final.
Más allá de ese límite, no había nada, y la nada, como nada que es no se puede observar, no se puede ver. Por tanto, no es un lugar geográfico, una estrella o una línea que delimite es espacio. Es simplemente nada.
Y hacía mucho, pero que mucho frío, cerca de allí flotaban cristales de hielo como palomitas de maíz arrastradas por una suave brisa.
La visión era preciosa, parecían pequeñas flores de pétalos puramente blancos bailando en el espacio. Era como el recibimiento de un Maharajá en al India. Flores, luz, aroma, loto, sonido de cuerdas... parecía que conforme más me aproximaba a ese límite, la realidad se descomponía. Los colores se separaban en el espectro más básico, los sonidos eran pentagramas en blanco de siete acordes... era como ver una imagen y al acercarse a ella poder observar su trama o los píxeles.
En esa situación la vista de nada servia, el olfato, el tacto... no tenían sentido. Pero recordé que lo esencial es invisible a los ojos. Y desde allí, incomunicado intenté enviar masajes al exterior para poder compartir mi experiencia, mis vivencias. Pero de nada sirvió.
Dejé de mirar y comencé a ver. Ese límite fronterizo era como un espejo negro. Fui consciente de que se componía ese final y desvelé mi error. No era el fin, sino el principio del todo. Era los restos de una gran onda expansiva que crecía y crecía... como la estela de una ola universal, a su paso, su espuma crea el cosmos.
Una superficie lisa, negra y brillante de la cual nacían pequeñas burbujitas, similares a las que se adhieren en el fondo de una olla con agua que comienza a hervir.
Estaba nervioso, y me pareció ver a alguien reflejado en ese espejo, miré fugazmente y desapareció. No era yo, era otra persona, una mujer de incuestionable belleza. Pelo ondulado y brillante, de varios matices, como los trazos largos de un fresco al óleo. Unos ojos almendrados, vivaces como si la primavera naciera a partir de ellos. Su cuerpo, de voluptuosas curvas, causaría la ira de innumerables diosas griegas.
De esa imagen nació una burbuja pequeña como una pelota de pimpón y transparente como la mirada de las buenas intenciones, de la bondad, que no oculta nada.
Flotó y se acercó a mí.
Tuve miedo, dudas, incertidumbres... estaba allí, no sabían qué hacer. Pero poco a poco, la burbuja se acercó más y un poco más... dejando mis miedos de un lado, ayudándome a entrar en acción.
Alcé mi mano y la cogí con el pulgar y el índice, muy poco a poco y con mucho cuidado. Amenas podía hacerlo porque el frío penetraba en el interior de mi escafandra. Pero cual fue mi sorpresa, que no explotó.
Se quedó en mi mano, por primera vez en mi vida, la pompa de jabón no explotó, se dejaba acariciar. No me lo podía creer, había encontrado por fin mi ilusión como una pompa de jabón.
Ahora me tocaba cuidarla, para que no se escape volando a otras tierras, con caricias y pequeños detalles. No sé lo que se alimentan las pompas de jabón, algunos pensarán que seguramente de jabón. Pero algo tan bello y tierno... solo puede sobrevivir con ternura.
Y de eso nos alimentaremos, de ternura.
Miré al espejo y comprendí que un espejo refleja lo que hay frente a él, no lo que hay detrás. En la frontera del universo, más allá no hay mas que nada. Lo que yo vi estaba en la dirección contraria.
Siempre me he empecinado en viajar al norte, al norte como ahora lo había hecho. Hasta los fríos polares donde solo existe él vació.
Pero ahora comprendo que mi rumbo debe cambiar, el rumbo que voy a seguir a partir de ahora será hacia el sur.
Ups y yo tomaremos rumbo al sur.
...fin de la transmisión diaria.
Bueno, pues a ver qué pasa con esa burbujita... :)