Estaba con las rodillas y las manos hundidas en la nieve. El aliento congelado se dibujaba como un halo de frío sobre mi cara. Estaba fatigado, derrotado ante la ascensión a esa cima.
Pero esa voz, esa canción dio fuerzas a mis músculos para alzar la cabeza y poder mirar hacia delante.
Frente a nosotros dos, se encontraba una joven de piel blanca y pelo oscuro. No nos miraba, miraba al suelo helado mientras cantaba.
La vibrante voz penetraba en mis oídos, saturaba mis sentidos.
Caímos fulminados como dos trocos secos que han sido impactados por un rayo.
Al despertar, ya de madruga, a punto de amaneces. Bombata y yo continuamos la ascensión.
Pudimos comprobar que la enigmática joven había dejado unas huellas que seguían en la misma dirección, siempre hacia arriba.
Poco a poco, la inclinación del terreno se iba suavizando, hasta llegar a una meseta.
Bombata y yo saltábamos de alegría por haber podido coronar el pico más alto de la montaña Kirigüí.
Al salir el sol, nació Buba otro día más y miles de esferitas transparentes y brillantes con la luz de la mañana nacieron de un inmenso y viejo cráter como unas inofensivas nubes de un volcán extinto.
fin de la transmisión diaria.
Posted by eolovano at 2 de Mayo 2006 a las 06:15 PM