Fue como llegar a una gran playa y contemplar la eclosión de millones de galápagos sorprendiendo a la madrugada.
Las ballenitas nadaban fugazmente, ya parecía tener el tamaño y la agilidad de un delfín. Saltaban haciendo serpentinas entre las amarillentas nubes de la nebulosa La Laguna.
Yo estaba exhausto, tanto viaje, tanto esfuerzo físico y mental, había mitigado seriamente mis energías y mis ánimos. Pero por fin, por fin llegamos a ese lugar mágico que tanto habíamos soñado.
Es un espacio del cosmos que todo es color, es lo más parecido a encontrarse en el interior de una gelatina de tutifruti gigante.
Un destello más allá de esas nubes captó mi atención. A penas pude verlo por el rabillo del ojo, pero fue suficiente para que, antes de ser consciente de ello, todo mi cuerpo estuviese erizado.
No quise despedirme, no quería hacer una despedida de algo que no lo era, estas ballenitas, cuando crezcan un poco más y vuelvan a repoblar el universo de sus cantos, nos volveremos a encontrar en cada estrella, en cada rincón.
Ahora, continuo yo solo mi viaje pilotando otra vez la Nave de los Sueños.
...fin de la transmisión diaria.