Este fin de semana ha vuelto a ser muy provechoso. El domingo por la mañana decidí salir de expedición por la superficie de mi planeta refugio; sí ese que cuenta con un puerto que me protege y un faro que me guía. Pero esta vez me iba a alejar de la costa, esta vez subiría un monte.
Según los topónimos de la zona, se llama Escribano con unos 660mtr de altitud. Es una montaña aislada del resto dentro de la sierra de la Almenara. Sus pendientes son muy pronunciadas, sobre todo en la cúspide, a partir de la mitad de altura, ya que lo corona un promontorio de roca caliza muy escapada.
Hacía un sol de justicia, pero protegido por mi gorra y bebiendo agua directamente de mi mochila gracias al tubito de silicona que conecta con la cantimplora, podía soportarlo.
No existen caminos, ni ruta trazada para llegar a la cima, es un terreno completamente salvaje e inaccesible. Así que varios días antes me estudié un ortofotomapa para poder deducir cual podía ser mi línea de ascenso.
La subida fue muy, pero que muy penosa, más aun de lo que yo suponía, esto me trajo una sorpresa. La maleza, reseca ya por las fechas en la que nos encontramos, destrozaba mis piernas a cada paso, como latigazos de fuego en espinillas y muslos.
En tres ocasiones estuve apunto de darme la vuelta, pero aun así decidí continuar con mi vía crucis.
Llegue a una pared de piedra con un desnivel del 70% justo en un vértice de la montaña. Pensé en no seguir esa ruta, pero buscar otra ya era demasiado tarde, así que ascendí por ella con la asfixia en mi pecho.
Fue realmente sorprendente cuando al subir por unas rocas pude comprobar que estaba en lo más alto. Lo había conseguido.
¿Por qué invertir el tiempo en sufrir subiendo una montaña con muy poco interés para el resto de los mortales que a esas horas andan tomando tapas o en la playa de este planeta?
Por que fue un reto, como tantos. Necesitaba soltar adrenalina sentir desfallecer, pero no psicológica ni espiritualmente (eso ya lo sentía) necesitaba cansarme. Subir una montaña así de dura es como una metáfora misma de los retos que nos pone la vida.
Uno plantea una ruta de ascenso, pero cuando se camina por ella, surgen incógnitas o sorpresas que nos obligan a adaptarla.
Nuestra visión es muy limitada y necesitamos puntos de referencia a corto plazo para poder alcanzar las metas a mayor distancia temporal (en este caso altura). Se puede sufrir, tanto físicamente, como espiritualmente en el camino... pero si se alcanza lo más alto, con esfuerzo... la satisfacción recompensa todo lo pasado. Hemos ganado cota y podemos vislumbrar el camino seguido. Podemos darnos cuenta que tal vez habíamos errado, desviado de la senda a seguir... o que tal vez existía un camino de ascenso mucho más directo y fácil.
Y por qué no decirlo... el domingo subí al Escribano para escribir en su cima. Y, como Elías hablar un rato con Dios.
...fin de la transmisión diaria.
Y dios te contesto?
Yo cuando me siento asi ando por el centro de mi ciudad, es mas facil y consigo lo mimo, pero dios no me contesta nunca......
Supongo que, como Dios que es, tendrá su propia forma de hablar.
Al menos me sentí mejor.
Cuando vivía en Valencia hacia lo mismo, me perdia por su calles sin rumbo fijo por la Ciudat Vella.
Un saludo.
Posted by: rásselas on 24 de Mayo 2005 a las 08:17 AM